Perder un hijo es una desgracia, perder tres hijos, es algo que una no sabe explicar lo que significa. La vida te cambia irremediablemente.
En ocasiones, incluso las más duras, cuando estás en tiempo de espera de
conocer qué le sucede a tu pequeño, una estalla en lágrimas y llantos
intensos irremediablemente, sin previo aviso, y quiénes están a tu
alrededor, pueden reaccionar de diferentes maneras.
Siempre he echado de
menos en el personal médico una mano que me acompañara en momentos
determinantes, unas palabras o un gesto de consuelo, en el momento de
darme la fatídica noticia.
En dos ocasiones he recibido algo de consuelo de unas ginecólogas que
supieron acompañarme con un sencillo "lo sentimos", o con un "nadie sabe
por lo que estás pasando, sólo tú".
Sin embargo también he escuchado palabras que sé no son
malintencionadas, aunque sin quererlo son dañinas, incluso de personas
allegadas: "es que no hay que obsesionarse, relájate". Lo anterior
ocurría por hablar de mis pérdidas, mientras una persona embarazada me
hablaba de su bebé, del que acababa de conocer hace poco sobre su
gestación. Mostrando esta persona un desconocimiento total de lo que es
en general la vivencia de un embarazo tras pérdida gestacional previa,
lo cual es fácilmente comprensible, pero no asi su gran dificultad para
empatizar con otra madre, que lo es de un bebé que ha perdido, igual que
ella lo es del que lleva en su útero.
Quizás estamos viendo aquí la
puesta en marcha de un mecanismo defensivo: ante el miedo a darse
cuenta de que esto también podría pasarle a ella, como mecanismo de
negación de las emociones de la otra madre, por un posible temor a
identificarse con la madre doliente "por si acaso" esto
"supersticiosamente" pudiera sucederle a ella también. O también he
podido escuchar de esta madre gestante primeriza, que no ha perdido la
inocencia de un embarazo, la creencia de que "todo va a ir bien"
(inocencia que en su siguiente gestación ya no tendrá una madre que ha
sufrido una pérdida gestacional previa) comentarios tales como "mujer
tranquilízate, sino cómo vas a pasar todo el embarazo", únicamente por
verbalizar miedos en voz alta.
Es decir, hablar de tus hijos fallecidos se puede asociar a "estar
obsesionada", en lugar de una sana señal de verbalización y
exteriorizacíón del duelo que se está viviendo, que ayuda a que éste
sea elaborado y no acabe siendo un duelo patológico.
La supuesta
normalidad es hablar de un hijo que recientemente se ha conocido la
noticia de su gestación, pero no así de la pérdida de un hijo, cuando
éste ya no está en el útero de su madre (aquí estaríamos hablando de un
concepto que ya expliqué con anterioridad en otras entradas sobre
DUELOS DESAUTORIZADOS),
lo que puede llegar a asociarse con comentarios como: "ya es tiempo de
que vuelvas a ser normal" (hay madres que han tenido que escuchar
"¿Todavía estás así?" o similares preguntas o afirmaciones como "tú lo
que tienes que hacer es dejar de pensar en eso ya"; como si te dijeran o
incluso realmente te verbalizasen: "ya va siendo hora que lo superes y
dejes de hablar de ello"). Es decir, el duelo gestacional (más incluso
que el perinatal) es un duelo realmente rodeado de una gran falta de
comprensión y conocimiento de lo que éste significa, por parte del
entorno de los padres que han perdido a su bebé en algún momento de su
gestación.
De la vida, del nacimiento o de la gestación de ésta, nos sentimos
cómodos, felices, hablando de ella, de la muerte, en esta sociedad
occidental, no se habla con igual naturalidad como de la primera. Con
este artículo, uno de mis objetivos, es normalizar el verbalizar, el
hacer visible la necesidad y lo sano de hablar de la muerte, de ponerle
palabras, de ayudar y apoyar a quiénes están pasando por la muerte de un
ser tan querido, como lo es un hijo, facilitándoles la expresión de su
dolor, de sus emociones. Con ello estaremos ayudándoles en la necesaria e
importante tarea de elaboración de su duelo, comenzando por el
reconocimiento de éste. Fases todas ellas necesarias para llegar a una
aceptación sanadora de esta pérdida, y a un crecimiento posterior, que
muchas mamás y papás que han pasado por esto proceso, han vivenciado
tras la pérdida de uno o más hijos, durante cualquier momento de su
gestación o alrededor del parto.
Otro ejemplo de todo el silencio, incomprensión y desconocimiento sobre
este tema, se da cuando le hablas a alguien del personal médico que te
atiende en una situación de una posible real nueva pérdida, de tu miedo
de perder de nuevo a tu bebé (por síntomas detectados que así parecen
indicarlo), después de dos pérdidas previas, al estar en una estado
emocional de llanto fuerte, una puede llegar a escuchar comentarios
tales como: "sé lo que es perder un bebé, y hasta cinco", y al
preguntarle si ella había vivido estas pérdidas, escuchar que esta
persona habla de la experiencia de otra persona, no de la suya propia
(algo que no ayuda en un momento en que no necesitas ser comparada con
ninguna otra persona, sino acompañamiento en tu dolor).
A las mujeres embarazadas nos hacen cientos de pruebas médicas, pero no
se paran a escucharnos afectivamente, en nuestras emociones, como si
éstas carecieran de importancia, ignorándonos en este sentido. Con el
"chica, cálmate, que aún no es seguro que vayas a perderlo de nuevo",
¿quieren pretender qué?: ¿calmarnos, relajarnos?. Sin embargo no se les
ocurre ponerse a tu lado, acercarse, y sencillamente tocarte una mano,
acompañándote en ese difícil y angustioso momento de espera de los
resultados, o quedarse en silencio escuchándote unos segundos (como si
la escucha no fuese importante, sino sólo el hacer).
Incluso en una ocasión he tenido que escuchar de un supuesto magnífico
ginecólogo que asiste partos respetuosos (permitirme que lo dude por su
desconocimiento de cómo acompañar a unos padres, a una madre, que
acababa de conocer la muerte de su hijo) al ir a solicitar información
sobre un manejo expectante del aborto: "tú no sabes lo que es perder un
hijo" (porque éste hijo estaba en el primer trimestre de su gestación), o
"tú lo que tienes herida es tu vanidad". ¡¡ Cuánta falta de empatía, de
respeto, y de formación en duelo gestacional en un profesional que se
supone que acompaña a mujeres en momentos en que esperas la vida, pero
en que también puede ocurrir justo en éstos, la llegada de en ocasiones,
la inesperada muerte !!.
Me pregunto por qué en Urgencias de
Maternidad, en los hospitales públicos tienen como protocolo la norma
de no dejar pasar a un familiar de la mujer. Sería
algo tan fácil de cambiar si nos pusieramos en la piel de esta madre,
si se entendiera la necesidad de la mujer, de una compañía
significativa para ella, que le apoye, que esté a su lado en
momentos que pueden ser de enorme dificultad emocional para afrontar,
tales como ante posibles pérdidas gestacionales. Comprobar una y otra
vez (si por desgracia has vivido ésto en varias ocasiones, que aunque
lo pidas insistentemente) cómo sólo te dejan que entre tu compañero,
cuando ya es obvio la noticia que te acaban de dar, de que tu bebé ha
fallecido, es dolorosísimo, personal y profesionalmente lo considero incomprensible.
Hace mucho que a los niños les permiten ser acompañados continuamente
por un familiar cuando entran en un hospital, en urgencias, o cuando son
hospitalizados y pueden tener el apoyo en todo momento de uno de sus
progenitores. Sin embargo parece que aún no
se ha llegado a comprender lo mucho que ayudaría dejar que la mujer
pueda ser acompañada por una persona significativa para ella, en estos
casos, pues incluso el modo en cómo recibe la noticia de su pérdida, puede influir en la posterior elaboración de su duelo por la pérdida de su bebé (y es algo que ya está investigado en otros países), en el afrontamiento posterior de esta muerte.
Es importante sensibilizar sobre este tema, hablar de él, en voz alta,
ayudar a que llegue a los profesionales que trabajan en obstetricia, a
los familiares, a amigos, a conocidos, a compañeros de trabajo, para que
la muerte, sí, la muerte, de un bebé en cualquier momento de su
gestación, o alrededor del parto, no produzca tanto "miedo", y así
ayudar a que no sea un tema tabú del que nos asustemos al hablar.
Reproduzco las palabras de Ana Alonso Cenizo ( en la Revista Obstare
número 23, dedicada por completo a un monográfico: la muerte gestacional
y perinatal), psicóloga especializada en duelo perinatal, mamá de dos
hijos, uno de ellos nacido sin vida, Álvaro, cuando se pregunta:
"¿Por qué esa negación de la existencia d nuestros hijos nacidos sin
vida?. ¿Por qué ese tabú a hablar de ellos?. ¿Existe un componente
histórico y educacional?. ¿Se pretende aminorar el dolor de estos padres
con esta actitud?...Porque, lejos de este propósito, lo que se consigue
es incrementar el dolor de una pareja, que como todo padre, quiere que
se reconozca a su hijo, nacido con o sin vida?". Lo hace al hablar de la falta de reconocimiento de nuestros hijos nacidos sin vida en el estado español.
Habla de su dificultad para hablar de su hijo cuando se relaciona con su
entorno de España (Ana Alonso Cenizo es Miembro de OVOK Bélgica:
grupo de apoyo a padres que han perdido un hijo, está casada con un
belga, vive desde hace 12 años en Bélgica y es en este país dónde tuvo
a sus dos hijos), en dónde ha sentido que tras la muerte de su hijo
Álvaro vivió una gran incomprensión de parte de mucha gente de su vida
anterior. Menciona que a la gente le hacía daño su dolor, y que por eso
muchos decidieron alejarse, que otros se quedaron a su lado con el trato
implícito de eludir hablar de su hijo, convirtiéndose este tema en un
auténtico tabú, mientras que en su país de acogida le permiten hablar de
su niño, le envían tarjetas para recordar sus fechas ...
Si esto es así de difícil con un hijo que llegó a nacer, sin vida,
muerto, pero que llegó a nacer, ¿cómo puede ser la pérdida de un hijo en
la etapa gestacional cuando es una pérdida temprana en el
primer trimestre de gestación. Aún llena de mayor incomprensión, por
parte del entorno, incluso en ocasiones el más cercano a los padres.
Todo puede ser diferente, facilitar un tránsito sanador, cuando por el
contrario estos padres se sienten libres de hablar de su bebé
fallecido, cuando encuentran hombros en los que apoyarse, personas que
les entienden y acompañan, que les transmiten igualmente su pena por el
dolor que están pasando, que desean escucharles con amor, sin juzgarles.
A estas personas, a mi compañero de vida, a mis seres más queridos
(familiares o no), a mis amigos del alma, a personas que he conocido en
la lejanía y que he llegado a sentir muy cercanas a mi dolor, a quiénes
me habéis acompañado, quiero haceros llegar mi más profundo cariño, amor
y mi sincero respeto por vuestra humanidad, por vuestro acompañamiento,
vuestro estar ahí, por el apoyo que me habéis mostrado, día tras día, y
las muestras de amor que tanto he sentido, porque sin vosotros mi
camino hubiese sido mucho más tormentoso de recorrer. Gracias a "mi
tribu", la que auténticamente me ha comprendido desde el corazón en todo
este proceso.
Os animo a quiénes estéis pasando por esto proceso, a que busquéis
vuestra propia "tribu de la cicatriz" (de la que Clarissa Pinkola
habla), para poder rodearos de un círculo sanador en la elaboración de
vuestra pérdida.
Finalmente quiero acercaros esta definición de consolar, que aparece en
el libro "Si pierdes un embarazo", de B. Spitz, M. Keirse y
A. Vandermeulen ( y citada en la Revista Obstare), por su sabiduría:
consolar...
Consolar no es conocer la respuesta.
Mucho menos desplazar la rabia y recetar
cómo se tienen que sentir.
Consolar es saber callar, y con una mirada ,
una caricia, hacer sentir señales de esperanza,
seguridad y confianza.
Es compartir la pena, más que quitarla.
(la pena nada la quita).
Consolar es ayudar a los padres a vivir
con las preguntas para las
que no hay respuestas.