El amor prevalece por sobre el miedo y el dolor
Estamos todos en shock. Una noche nos vamos a dormir y despertamos en la madrugada con las paredes y techos colapsando. En un instante nuestra vida pasa del estar en peligro, a estar agradecidos por estar vivos.
Hace semanas nos tocó profundamente lo que mirábamos en la televisión que ocurría en Haití, y hoy lo estamos viviendo.
Esto trae impactos a la mente y al sentir; nos inundan todo tipo de emociones diferentes, podemos, o sentirnos como congelados de terror o con una adrenalina que nos mueve y nos pone en acción apoyando a todos alrededor.
Nuestro último fin de semana de vacaciones se ha transformado en un fin de semana de duelos y de agradecimientos. Una polaridad absoluta y hasta contradictoria en el mismo instante.
Cada uno, de acuerdo a sus circunstancias, cerca o lejos de los amados, por muchas horas o días incomunicados, otros en aeropuertos lejanos sin poder volver aún. A todos nos toca, incluyendo a los que no están aquí, el país incomunicado por larguísimas horas.
Este sentir muy profundo de vulnerabilidad nos deja expuestos y sin respuestas; sentimos y vemos el horror frente a lo explícito de las imágenes que los medios ofrecen, sentimos lo transitorio de todo en esta vida, tal vez hasta nos damos cuenta del sin sentido del esfuerzo material que constantemente nos pide más y más, y que en un instante se desvanece, nos recuerda que no podemos tener control sobre lo más significativo en nuestra existencia, que es nuestra vida, nuestra seguridad. La fragilidad más extrema se apodera de nosotros.
Algunos, naturalmente, lo enfrentan con claridad y fortaleza. En estas oportunidades extremas, en las que tantas personas sufren desastres devastadores, presenciamos el florecimiento de muchos héroes anónimos, héroes movidos por el amor y el dar incesantemente, arriesgando su propia seguridad.
Esta columna de hoy íbamos a dedicarla a la mujer, en su día internacional, honrando el descubrimiento que la mujer realiza de su propio poder día a día, yendo más allá de todos los obstáculos, encontrándose, dando incesantemente, la mujer sinónimo del nutrir, dar amor, contención, consuelo, ternura, sostén; pero en esta oportunidad y dado lo extremo de la situación, la dedicaremos a esos seres humanos excepcionales, más allá de género, más allá de status académico, más allá de las diferencias: los que salen a las calles a dar.
Movidos por la fuerza del amor que se expresa en solidaridad, sólo comparten, consolando al herido o al perdido, abrazando al que entró en pánico o acaba de perder un ser amado, rescatando de los escombros al herido, o simplemente compartiendo un brazo amigo.
Y en momentos como estos, lo único real es ese amor unificado en una acción sin límite, sin historia, sin pertenencia incluso por un instante.
Frente a esto simplemente somos, y somos ese amor, unidos.
Estos hombres y mujeres tal vez aún no han podido descansar. Es la conciencia actuando en ese compartir y dar incansablemente, y es en estas expresiones que vemos cómo la conciencia de la humanidad va elevándose, cómo más rápidamente se hacen sentir estas acciones ejemplares en momentos límite, cómo el amor prevalece por sobre el miedo y el dolor; siempre presente, con muchos rostros, muchas formas de acción, pero esencialmente amor.
Mis estudiantes aquí, se han puesto a actuar de inmediato, reconociendo la gran oportunidad de compartir la verdadera expresión de la naturaleza de la conciencia y el amor: el dar. Inspirados, inspirando, amando sin límites.
En momentos así los "¿por qué?" no tienen respuesta. Nada nos puede presentar el intelecto que nos conforte, pero lo más importante de esto es no perder de vista el amor y la abundancia de presencia, de fuerza, de unidad y aunque no se pueda entender, ni dejar de temer, saber que dentro en cada uno está ese lugar inamovible, permanente, seguro que es la fuente de ese amor.
Estos tiempos en que el afuera se torna inestable, la mirada gira hacia uno mismo, el encuentro de aquello que instintivamente sabemos que siempre está. Yo le llamo amor-conciencia, tú puedes llamarle espíritu, energía, amor universal, o hasta Dios. Es aquí donde las diferencias no importan y lo único real es lo que vibramos cada uno en su ser y que se expresa en un sí a la vida, un sí a seguir, un sí a ir más allá de lo caído.
En este momento, aunque no entendamos, aunque nos sintamos perdidos, hombres, mujeres, jóvenes, podemos llevar el sentir y la mirada al propio corazón. Sentir ese latir, sentir ese calor en el cual podemos descubrir el amor-conciencia. Es interminable, es ilimitado, mientras más se da, más abundantemente podemos compartirlo. Este es el momento, este es un abrazo compartido.
Llegó el momento de transformarse todos, en las acciones del amor.
Estamos todos en shock. Una noche nos vamos a dormir y despertamos en la madrugada con las paredes y techos colapsando. En un instante nuestra vida pasa del estar en peligro, a estar agradecidos por estar vivos.
Hace semanas nos tocó profundamente lo que mirábamos en la televisión que ocurría en Haití, y hoy lo estamos viviendo.
Esto trae impactos a la mente y al sentir; nos inundan todo tipo de emociones diferentes, podemos, o sentirnos como congelados de terror o con una adrenalina que nos mueve y nos pone en acción apoyando a todos alrededor.
Nuestro último fin de semana de vacaciones se ha transformado en un fin de semana de duelos y de agradecimientos. Una polaridad absoluta y hasta contradictoria en el mismo instante.
Cada uno, de acuerdo a sus circunstancias, cerca o lejos de los amados, por muchas horas o días incomunicados, otros en aeropuertos lejanos sin poder volver aún. A todos nos toca, incluyendo a los que no están aquí, el país incomunicado por larguísimas horas.
Este sentir muy profundo de vulnerabilidad nos deja expuestos y sin respuestas; sentimos y vemos el horror frente a lo explícito de las imágenes que los medios ofrecen, sentimos lo transitorio de todo en esta vida, tal vez hasta nos damos cuenta del sin sentido del esfuerzo material que constantemente nos pide más y más, y que en un instante se desvanece, nos recuerda que no podemos tener control sobre lo más significativo en nuestra existencia, que es nuestra vida, nuestra seguridad. La fragilidad más extrema se apodera de nosotros.
Algunos, naturalmente, lo enfrentan con claridad y fortaleza. En estas oportunidades extremas, en las que tantas personas sufren desastres devastadores, presenciamos el florecimiento de muchos héroes anónimos, héroes movidos por el amor y el dar incesantemente, arriesgando su propia seguridad.
Esta columna de hoy íbamos a dedicarla a la mujer, en su día internacional, honrando el descubrimiento que la mujer realiza de su propio poder día a día, yendo más allá de todos los obstáculos, encontrándose, dando incesantemente, la mujer sinónimo del nutrir, dar amor, contención, consuelo, ternura, sostén; pero en esta oportunidad y dado lo extremo de la situación, la dedicaremos a esos seres humanos excepcionales, más allá de género, más allá de status académico, más allá de las diferencias: los que salen a las calles a dar.
Movidos por la fuerza del amor que se expresa en solidaridad, sólo comparten, consolando al herido o al perdido, abrazando al que entró en pánico o acaba de perder un ser amado, rescatando de los escombros al herido, o simplemente compartiendo un brazo amigo.
Y en momentos como estos, lo único real es ese amor unificado en una acción sin límite, sin historia, sin pertenencia incluso por un instante.
Frente a esto simplemente somos, y somos ese amor, unidos.
Estos hombres y mujeres tal vez aún no han podido descansar. Es la conciencia actuando en ese compartir y dar incansablemente, y es en estas expresiones que vemos cómo la conciencia de la humanidad va elevándose, cómo más rápidamente se hacen sentir estas acciones ejemplares en momentos límite, cómo el amor prevalece por sobre el miedo y el dolor; siempre presente, con muchos rostros, muchas formas de acción, pero esencialmente amor.
Mis estudiantes aquí, se han puesto a actuar de inmediato, reconociendo la gran oportunidad de compartir la verdadera expresión de la naturaleza de la conciencia y el amor: el dar. Inspirados, inspirando, amando sin límites.
En momentos así los "¿por qué?" no tienen respuesta. Nada nos puede presentar el intelecto que nos conforte, pero lo más importante de esto es no perder de vista el amor y la abundancia de presencia, de fuerza, de unidad y aunque no se pueda entender, ni dejar de temer, saber que dentro en cada uno está ese lugar inamovible, permanente, seguro que es la fuente de ese amor.
Estos tiempos en que el afuera se torna inestable, la mirada gira hacia uno mismo, el encuentro de aquello que instintivamente sabemos que siempre está. Yo le llamo amor-conciencia, tú puedes llamarle espíritu, energía, amor universal, o hasta Dios. Es aquí donde las diferencias no importan y lo único real es lo que vibramos cada uno en su ser y que se expresa en un sí a la vida, un sí a seguir, un sí a ir más allá de lo caído.
En este momento, aunque no entendamos, aunque nos sintamos perdidos, hombres, mujeres, jóvenes, podemos llevar el sentir y la mirada al propio corazón. Sentir ese latir, sentir ese calor en el cual podemos descubrir el amor-conciencia. Es interminable, es ilimitado, mientras más se da, más abundantemente podemos compartirlo. Este es el momento, este es un abrazo compartido.
Llegó el momento de transformarse todos, en las acciones del amor.
Artículo publicado por Isha, en el blog de El Mercurio, autora de "¿Por qué caminar si puedes volar?", libro de Aguilar Fontanar, del grupo Santillana y película distribuida por Arthouse. Disponibles en todo Chile y el mundo de lengua hispana y en inglés, japonés, turco y próximamente danés. Más información en www.isha.com o chile@isha.com
Foto de la agencia AP.
2 comentarios:
Que lindo artículo, gracias por compartir!
Gracias a vos por el comentario, un saludo.
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