Por lo general, los padres (mamá y papá) reciben la noticia de un
profesional de la salud en relación a la discapacidad de su hijo/a. A veces algunos profesionales no brindan la información necesaria, o dan la información en un
momento en que aun la familia se encuentra en una situación muy vulnerable…
La falta de contención, comprensión, y sobre todo la información con focalización solo en la o las
dificultades del niño/a, motoras por ejemplo, puede hacer que los padres terminen entendiendo (estableciendo como
“idea inconsciente”) que el Nivel Motor (sin restarle importancia) es lo más
importante en el desarrollo de un niño/a con discapacidad…
Entonces, desde ahí
surge mi gran duda o mi reflexión…
Con esa información inicial... Pienso, que estos
padres (mamá y papá) básicamente creen que la única respuesta para un buen
desarrollo en su niño/a, está basada en la rehabilitación de las consecuencias
de las dificultades motoras y no en el establecimiento de una relación afectiva
significativa entre ellos y el niño/a, el Vínculo y el Apego.
Lo ideal sería que los padres puedan comprender y entender que el primer paso a dar en todo el proceso evolutivo es a través del estableciniento de una relación significativa con sus hijos/as a la par de la adquisición de nuevas habilidades. El proceso y el desarrollo de un niño/a, es definitivamente integral. Lo emocional y lo motor no pueden ir separados.
Entre esas habilidades iniciales podemos destacar, las típicas que se tienen que dar en un desarrollo de un niño/a neurotípico: la mirada, el llanto, la regulación, la imitación de algunos gestos, la intencionalidad comunicativa, la sonrisa, las variables temperamentales (permanecer más o menos tiempo dormido, dormirse con facilidad, el umbral de respuesta a la estimulación, la capacidad de mantener la atención sobre los estímulos, etc) y la atención selectiva a la voz de sus propios padres. En pocas semanas se añaden a estas la sonrisa social y las vocalizaciones.
Es probable que los niños/as con discapacidad no puedan manifestar alguna o la totalidad de estas habilidades, condicionando así la respuesta de proximidad del adulto y el establecimiento de la relación entre ambos. Ni que decir, si además el niño/a presenta una gran dificultad a nivel motor donde afecta incluso el diálogo tónico, lo cual la madre de preferencia como referente inicial no puede alzar, acunar, acariciar, alimentar a su propio hijo/a, y si lo hace, lo hace desde su propia capacidad innata. La forma de tocar, para transmitir ternura, puede educarse y aprenderse como toda actitud. El tono en su diálogo es la raíz más profunda del estado emocional, un intercambio y transmisión de sensaciones y emociones agradables tan importante para los niños o niñas.
¿Qué pasa entonces con los padres que no están preparados o bien informados, los padres que aún no han realizado su proceso de duelo, los padres que aún sienten la incertidumbre del cómo hacer?… Todo ello, tendría que ser el primer paso para que estos padres puedan tener mayor contención, información y preparación para iniciar y acompañar el gran proceso…
Si como profesionales, me incluyo, nos detuviéramos en informar bien a la familia creo que todo ello influirá en que a los padres les resulte más o menos fácil y más o menos gratificante la relación con el niño/a; porque, además de tener que “adaptarse” a las dificultades motoras, entre otras, han de adaptarse también a sus propios procesos como padres, por un lado, y por el otro, a la intencionalidad comunicacional que realiza su niño/a en su propio desarrollo evolutivo. Si les informamos bien, los padres tendrían mejor capacidad para “interpretar” cada una de esas intencionalidades como parte inicial básica en un proceso y desde ahí, ellos como padres lograr mantener o aumentar dichas intencionalidades.
Si tenemos en cuenta, por ejemplo; aquellos niños/as que al nacer presentan dificultad motora y además de contacto visual (por nombrar una), podemos entender la angustia de los padres al no poder recurrir al diálogo tónico y al contacto de la “mirada” como medio para la conexión mutua y para entender los estados socioemocionales, posturales y comunicacionales de su propio hijo/a.
Los padres entonces, más que herramientas, necesitan comprender y vivenciar todo el proceso para entender los modos adaptativos comunicacionales de su hijo/a con alguna dificultad y así poder establecer una relación positiva entre ambos. Por eso, en ausencia de la mirada y ante la menor iniciativa del niño/a con dificultades visuales para provocar y responder a la interacción es preciso que los padres aprendan a observar otras respuestas que buscan esa relación o alguna otra intencionalidad del niño/a.
Desde la observación de otras respuestas o conductas comunicacionales, los padres podrán entender dichos códigos iniciales comunicacionales y relacionarse mejor con él o ella, esto incluso posiblemente disminuiría conductas comunicacionales inadecuadas del niño/a, porque establecerían, por ejemplo, pautas de anticipación de la interacción porque se asociarán voz y tacto en los contactos para favorecer su identificación y reconocimiento y facilitarán respuestas vinculares como la emisión de pestañeos o esbozo de sonrisa u otras respuestas voluntarias (movimiento corporal, aumento de tono, etc.) que son muy importantes como inicio de un contacto.
El camino hacia la “aceptación” del niño/a con discapacidad tiene un recorrido personal para cada padre y en ese proceso probablemente influya, el hecho de experimentar la cercanía con su propio niño/a para comprender los significados socioemocionales y la intencionalidad comunicativa como parte importante en el acercamiento inicial.
Todo esta información bien comprendida por los padres, apoyará al estilo relacional que tendrán con su propio hijo/a, facilitando así el proceso vincular y de apego entre ambos. O sea, un apego más seguro.
Material elaborado por Rodrigo Julio Peralta, PDP
Imagen: Rein Odol-madre e hija, Pinturas del Museo J.C.Boveri
Lo ideal sería que los padres puedan comprender y entender que el primer paso a dar en todo el proceso evolutivo es a través del estableciniento de una relación significativa con sus hijos/as a la par de la adquisición de nuevas habilidades. El proceso y el desarrollo de un niño/a, es definitivamente integral. Lo emocional y lo motor no pueden ir separados.
Entre esas habilidades iniciales podemos destacar, las típicas que se tienen que dar en un desarrollo de un niño/a neurotípico: la mirada, el llanto, la regulación, la imitación de algunos gestos, la intencionalidad comunicativa, la sonrisa, las variables temperamentales (permanecer más o menos tiempo dormido, dormirse con facilidad, el umbral de respuesta a la estimulación, la capacidad de mantener la atención sobre los estímulos, etc) y la atención selectiva a la voz de sus propios padres. En pocas semanas se añaden a estas la sonrisa social y las vocalizaciones.
Es probable que los niños/as con discapacidad no puedan manifestar alguna o la totalidad de estas habilidades, condicionando así la respuesta de proximidad del adulto y el establecimiento de la relación entre ambos. Ni que decir, si además el niño/a presenta una gran dificultad a nivel motor donde afecta incluso el diálogo tónico, lo cual la madre de preferencia como referente inicial no puede alzar, acunar, acariciar, alimentar a su propio hijo/a, y si lo hace, lo hace desde su propia capacidad innata. La forma de tocar, para transmitir ternura, puede educarse y aprenderse como toda actitud. El tono en su diálogo es la raíz más profunda del estado emocional, un intercambio y transmisión de sensaciones y emociones agradables tan importante para los niños o niñas.
¿Qué pasa entonces con los padres que no están preparados o bien informados, los padres que aún no han realizado su proceso de duelo, los padres que aún sienten la incertidumbre del cómo hacer?… Todo ello, tendría que ser el primer paso para que estos padres puedan tener mayor contención, información y preparación para iniciar y acompañar el gran proceso…
Si como profesionales, me incluyo, nos detuviéramos en informar bien a la familia creo que todo ello influirá en que a los padres les resulte más o menos fácil y más o menos gratificante la relación con el niño/a; porque, además de tener que “adaptarse” a las dificultades motoras, entre otras, han de adaptarse también a sus propios procesos como padres, por un lado, y por el otro, a la intencionalidad comunicacional que realiza su niño/a en su propio desarrollo evolutivo. Si les informamos bien, los padres tendrían mejor capacidad para “interpretar” cada una de esas intencionalidades como parte inicial básica en un proceso y desde ahí, ellos como padres lograr mantener o aumentar dichas intencionalidades.
Si tenemos en cuenta, por ejemplo; aquellos niños/as que al nacer presentan dificultad motora y además de contacto visual (por nombrar una), podemos entender la angustia de los padres al no poder recurrir al diálogo tónico y al contacto de la “mirada” como medio para la conexión mutua y para entender los estados socioemocionales, posturales y comunicacionales de su propio hijo/a.
Los padres entonces, más que herramientas, necesitan comprender y vivenciar todo el proceso para entender los modos adaptativos comunicacionales de su hijo/a con alguna dificultad y así poder establecer una relación positiva entre ambos. Por eso, en ausencia de la mirada y ante la menor iniciativa del niño/a con dificultades visuales para provocar y responder a la interacción es preciso que los padres aprendan a observar otras respuestas que buscan esa relación o alguna otra intencionalidad del niño/a.
Desde la observación de otras respuestas o conductas comunicacionales, los padres podrán entender dichos códigos iniciales comunicacionales y relacionarse mejor con él o ella, esto incluso posiblemente disminuiría conductas comunicacionales inadecuadas del niño/a, porque establecerían, por ejemplo, pautas de anticipación de la interacción porque se asociarán voz y tacto en los contactos para favorecer su identificación y reconocimiento y facilitarán respuestas vinculares como la emisión de pestañeos o esbozo de sonrisa u otras respuestas voluntarias (movimiento corporal, aumento de tono, etc.) que son muy importantes como inicio de un contacto.
El camino hacia la “aceptación” del niño/a con discapacidad tiene un recorrido personal para cada padre y en ese proceso probablemente influya, el hecho de experimentar la cercanía con su propio niño/a para comprender los significados socioemocionales y la intencionalidad comunicativa como parte importante en el acercamiento inicial.
Todo esta información bien comprendida por los padres, apoyará al estilo relacional que tendrán con su propio hijo/a, facilitando así el proceso vincular y de apego entre ambos. O sea, un apego más seguro.
Material elaborado por Rodrigo Julio Peralta, PDP
Imagen: Rein Odol-madre e hija, Pinturas del Museo J.C.Boveri
2 comentarios:
Me encantó! Pienso que en la actualidad los que dan la noticia, generalmente médicos están más informados. No se si me equivoco.Saludos
Hola Ana, probablemente tengas razón pero no siempre se trasmite la información adecuada para el momento adecuado. Gracias por comentar
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