Es muy común en nuestro medio al referirnos a jóvenes e incluso a los jóvenes adultos utilizando palabras como "chicas, chicos", tal vez por un hábito generalizado del lenguaje o porque realmente los seguimos considerando así por su modo de accionar o por una cuestión "sobreprotectora ".
El Cuarto Desafío surge al compartir con los participantes el tema de "La adolescencia".
¿Qué tiene que pasar en nosotras/os para darnos cuenta que somos o dejamos de ser adolescentes?
En nuestro Programa los jóvenes se presentaron como adolescentes cuando iniciamos las dinámicas y talleres en relación al tema de "autoconcepto" . Con el transcurso de los talleres fueron conociendo y escuchando las diferencias individuales y características del grupo y algo que les llamaba la atención eran las edades similares entre ellas/os y en particular la de uno de los Facilitadores, el cual aún teniendo pocos años de diferencia con el grupo era constantemente recriminado y motivo de bromas al ser llamado de "viejo" cada vez que daba a conocer su edad; "33 años". Con el paso del tiempo durante una nueva dinámica un participante cuestiona por qué el facilitador se presenta como "Joven Adulto". Este sin buscar el concepto exacto y acertado, comenta; "Porque ya no soy más adolescente, por la edad que tengo, y no soy una persona mayor porque aún no tengo edad para pertenecer al grupo de los mayores; soy un joven adulto, tengo 33 años". Las bromas no disminuyeron en ese momento, al contrario, fue motivo de nuevas descalificaciones y discriminaciones.
Llevarle al grupo al nuevo concepto de jóvenes-adultos fue una tarea muy difícil, se trabajó en base al criterio de realidad, las diferencias físicas, biológicas y psicológicas que lleva el proceso de cambio de una etapa de desarrollo a otra.
La edad para ell@s en ese entonces era un número, pero un número ajeno que no iba aliado con los aspectos cognitivos, emocionales, actitudinales y/o comportamentales, por citar algunos , solo un simple número sin significado real que aumentaba con los años y las fechas recordadas por cada una de sus "fiestas de cumpleaños".
Hoy día al escuchar los testimonios y planteamientos de participantes sobre el tema de la "adolescencia" el cambio es radical (esto logrado paso a paso gracias a preguntas reflexivas que forman parte de cada una de las dinámicas) y son los siguientes.
"Yo era adolescente cuando cumplí 13 años, creo que hoy soy una joven adulta, porque tengo más experiencia, más edad".
"Soy joven adulta porque estoy en la segunda edad, antes estuve en la primera edad, era niña, adolescente, ahora en la segunda edad soy joven adulta".
"Porque tengo una edad avanzada, tengo 31 años y me considero por la edad, una adulta joven"
"Joven Adulto", hay cosas nuevas, la vida cambia, los sentimientos cambian, el cuerpo cambia".
"Porque comparto con otros jóvenes y jóvenes adultos, como yo", "Aprendo a madurar y crecer".
"Cuando uno va madurando se hace difícil porque uno tiene que ser más paciente con uno y con el otro".
"Quiero ser madura y no puedo ser, porque me cuesta ser viva y rápida, se me hace difícil".
Durante las dinámicas, el grupo expresó y reflexionó concluyendo los siguientes conceptos:
"A medida que uno va creciendo; va pasando de niña/o, a adolescente de adolescente a jóven, de jóven a adulto, de adulto a mayor y de mayor a la tercera edad, va dejando o superando malos recuerdos, o a veces esos malos recuerdos siempre están, superarlos es dejarlos en el pasado. El crecer y madurar es vivir el presente, en la realidad y no en la fantasía. Porque si yo no vivo mi realidad me voy a enfrentar a conflictos y problemas del pasado que no voy a poder solucionar, los conflictos no se pueden evitar, siempre van a existir, lo bueno, es enfrentarlos para vivir tranquilos y en paz. Sentirse madura o maduro es cuando uno puede también opinar sobre sus derechos pero estando dentro de su propia realidad, porque existen en la sociedad reglas importantes para la convivencia".
Quinto desafío
El quinto desafío tiene que ver con las Relaciones Interpersonales y de comunicación, “un espacio de expresión y diálogo que impulsa al crecimiento y desarrollo personal”.
Encontramos mucha dificultad en relación a expresar emociones, sentimientos y situaciones llegando los jóvenes a utilizar frecuentemente la fantasía, frases estereotipadas, clichés.
La participación activa y espontánea no pudo darse desde el inicio y aún en algunas/os participantes sigue siendo su desafío personal. La comunicación se centraba en los demás, en el otro, no en ellos mism@s. Se observó un manejo inadecuado y arraigado de la cultura del chisme y aspectos de referirse a los demás con apelativos y sobrenombres como; abuelo, torpe, tonto, viejo, pesado, nombres cambiado de género... Bromas perseverantes y muy repetitivas. Aspectos que se fijaron fuertemente como códigos de relacionamiento característico del grupo de pertenencia; Si bien se ayudan, se cuidan, se confortan, se protegen entre ellas/os y se sienten muy ligados los unos a otros con derechos sobre demás. Inclusive hasta el punto de hacerse cargo del sentimiento o emoción del otro; sin reflexionar lo necesario para que pueda cada una/o reconocer en ellas y ellos mismos sus propios sentimientos o emociones con respecto a la situación enfrentada.
Cuando fue creciendo la comunicación y expresión se dejó ver la falta de un criterio propio y conocimiento de sí mismo, ya que los integrantes al comunicar situaciones recurren a posturas sacadas del entorno social muy reforzadas y que forman parte de su proceso de adaptación social. Cuantos de nosotros nos hemos comportado así, con la diferencia que como grupo excluyente tenemos la oportunidad de manejar habilidades de retroalimentación positiva y negativa.
También este funcionamiento grupal se vio determinado por la falta de capacidad y habilidad para aceptar y seguir el ritmo de otra persona del grupo y alguna que otra falta de paciencia y control emocional que actualmente está más controlada (dejando en claro que somos una parte de la gran minoría). La mención de la paciencia, convivencia, respeto y tolerancia con los demás las traen ellas/os a las dinámicas por situaciones vividas a diario, situaciones límites o frustrantes.
Identificar y reconocer rasgos agresivos comunicacionales a través de las dinámicas fue muy fácil, trabajar con el grupo para identificarse con ello, es una tarea difícil ya que el grupo en general puede discriminar situaciones de comunicación agresiva, ya sea presenciando o participando de estas y no reconociendo que ellos/as pueden estar aportando desde su propia agresividad a la comunicación con el otro/a.
Nuestro fin en relación a lo expuesto anteriormente es que este trabajo en las dinámicas funcione como grupo de autogestión, un espacio de reflexión y diálogo que les sirva como aportador de valoración, respeto, aceptación, autonomía y límites y partiendo de ahí reconocer o tomar conciencia de sus fortalezas y limitaciones, capaces de dar y recibir, orgullosos de ser quienes son y que se animen a ser protagonistas de su propio proyecto de vida.