Este artículo resume muy bien cómo poner límites y educar con disciplina a tráves de los siguientes consejos básicos.
Cómo educar con disciplina a nuestros hijos
Una disciplina eficaz a la hora de aplicar los límites a nuestros hijos es lo más importante. Si nosotros presentamos pautas básicas claras, nuestro hijo aprende y adquiere autocontrol, rutinas y conductas sociales adecuadas necesarias para el día a día. No nos encontramos preparados para establecer los límites. Nos falta habilidad para hacerlo. Hablamos demasiado, exageramos en la emoción, y en muchos casos, nos equivocamos en nuestra forma de expresar con claridad y con demasiada autoridad. Cuando necesitamos decir a nuestros hijos que deben hacer algo y "ahora" (recoger los juguetes, irse a la cama, estar tranquilo, etc.), debemos tener en cuenta algunos consejos básicos:
Debemos tener objetividad
Es frecuente oír de nosotros mismos y de otros padres expresiones como "Portáte bien", "Sé bueno", o "no hagas eso" Las expresiones significan diferentes cosas para diferentes personas. Nuestros hijos nos entenderán mejor si hacemos nuestras normas de una forma más concreta. Un límite bien especificado dice a un niño exactamente lo que tiene que hacer y lo que se espera de él, "cepillarse los dientes "; "cooperar para vestirse"; "agarrar la mano del adulto para cruzar la calle". Así aumentamos substancialmente la relación de complicidad con los hijos.
Ofrezcamos opciones
En muchos casos podemos dar a nuestros hijos una oportunidad limitada de decidir ante una orden. La libertad de oportunidad hace que un niño sienta una sensación de participación, responsabilidad, reduciendo la resistencia. Por ejemplo: "Es la hora de la merienda, ¿Quieres comer nachos o papas fritas?"; "Es la hora de vestirse. ¿Quieres elegir tu ropa, o lo hago yo? Esta es una forma más fácil y rápida de decir a un niño exactamente que hacer.
Seamos firmes
En cuestiones realmente importantes, cuando existe una resistencia a la obediencia, nosotros necesitamos aplicar el límite con firmeza. Un límite firme dice al niño que tiene que parar con su comportamiento y seguir la indicación del adulto. Por ejemplo: "Sin tirar, recoge y guarda en su lugar los juguetes" o "sin tocar la merienda del compañerito, come la tuya". Los límites firmes son mejor aplicados con una voz segura, sin gritos, y una mirada seria en el rostro. Los límites más suaves suponen que el niño tiene una opción de obedecer o no. Ejemplos de límites ligeros: "¿Por qué no llevas tus juguetes a su lugar?"; "es hora de hacer las tareas"; "como me gustaría que te limpies las manos" y "¿qué te parece si apagamos la tele?". Estos límites son apropiados cuando se quiere que el niño actúe en una cierta dirección. De cualquier modo, para esas pocas obligaciones y que se cumplan, seremos mejores cómplices de los hijos si les aplicamos una instrucción firme. La firmeza está entre lo ligero y lo autoritario. Es necesario ponerse de acuerdo con los otros miembros de la familia en los métodos de disciplina. De esta forma el pequeño siempre sabrá qué pasa si no sigue las reglas.
Acentúemos lo positivo
Los niños son más receptivos al "hacer" que a lo que les "ordenan". Directivas cómo el "no" o "pare" dicen a un niño que es inaceptable pero no explica qué comportamiento le gustaría en cambio. En general, es mejor decir a un niño lo que debe hacer ("Habla bajo") antes de lo que no debe hacer ("No grites"). Padres autoritarios dan más órdenes que contienen"no", mientras los demás están propensos a aplicar la orden con el "hacé" o "haz". Es bueno darle sugerencias positivas y estimularlo para que tome decisiones.
Mantengámonos al margen
Cuándo decimos "quiero que te vayas a la cama ahora mismo", estamos creando una lucha de poder personal con nuestros hijos. Una buena estrategia es hacer constar la regla de una forma impersonal. Por ejemplo: "Son las 8, hora de acostarse" y se le enseña el reloj. En este caso, algunos conflictos y sentimientos estarán entre el niño y el reloj.
Expliquemos el porqué
Cuando una persona entiende el motivo de una regla, como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá mas animado a obedecerla. De este modo, lo mejor cuando se aplica un límite, es explicar al niño el porqué tiene que obedecer. Entendiendo la razón para obedecer una órden ayuda a los niños a que desarrollen valores internos de conducta o comportamiento, conciencia. Antes de dar una larga explicación que puede distraer a los niños, manifieste la razón en pocas palabras. Por ejemplo: "No muerdas a las personas. Eso les hará daño"; "No me pegues porqué me duele","Si tiras los juguetes de otros niños, ellos se sentirán tristes porque les gustaría jugar con ellos".
Sugeramos una alternativa
Siempre que apliques un límite al comportamiento de un niño, intente indicar una alternativa aceptable. Al hacerlo sonará menos negativo y su hijo se sentirá menos desaventajado. De este modo, podemos decir "yo sé que te gusta mi pintalabios, pero eso es para los labios y no para jugar. Aquí tienes un lápiz y papel a cambio". Otro ejemplo sería decir "No te puedo dar un caramelo antes de la cena, pero te puedo dar un helado de chocolate después". Al ofrecerle alternativas, se le está enseñando que sus sentimientos y deseos son aceptables. Este es un camino de expresión más correcto.
Debemos tener objetividad
Es frecuente oír de nosotros mismos y de otros padres expresiones como "Portáte bien", "Sé bueno", o "no hagas eso" Las expresiones significan diferentes cosas para diferentes personas. Nuestros hijos nos entenderán mejor si hacemos nuestras normas de una forma más concreta. Un límite bien especificado dice a un niño exactamente lo que tiene que hacer y lo que se espera de él, "cepillarse los dientes "; "cooperar para vestirse"; "agarrar la mano del adulto para cruzar la calle". Así aumentamos substancialmente la relación de complicidad con los hijos.
Ofrezcamos opciones
En muchos casos podemos dar a nuestros hijos una oportunidad limitada de decidir ante una orden. La libertad de oportunidad hace que un niño sienta una sensación de participación, responsabilidad, reduciendo la resistencia. Por ejemplo: "Es la hora de la merienda, ¿Quieres comer nachos o papas fritas?"; "Es la hora de vestirse. ¿Quieres elegir tu ropa, o lo hago yo? Esta es una forma más fácil y rápida de decir a un niño exactamente que hacer.
Seamos firmes
En cuestiones realmente importantes, cuando existe una resistencia a la obediencia, nosotros necesitamos aplicar el límite con firmeza. Un límite firme dice al niño que tiene que parar con su comportamiento y seguir la indicación del adulto. Por ejemplo: "Sin tirar, recoge y guarda en su lugar los juguetes" o "sin tocar la merienda del compañerito, come la tuya". Los límites firmes son mejor aplicados con una voz segura, sin gritos, y una mirada seria en el rostro. Los límites más suaves suponen que el niño tiene una opción de obedecer o no. Ejemplos de límites ligeros: "¿Por qué no llevas tus juguetes a su lugar?"; "es hora de hacer las tareas"; "como me gustaría que te limpies las manos" y "¿qué te parece si apagamos la tele?". Estos límites son apropiados cuando se quiere que el niño actúe en una cierta dirección. De cualquier modo, para esas pocas obligaciones y que se cumplan, seremos mejores cómplices de los hijos si les aplicamos una instrucción firme. La firmeza está entre lo ligero y lo autoritario. Es necesario ponerse de acuerdo con los otros miembros de la familia en los métodos de disciplina. De esta forma el pequeño siempre sabrá qué pasa si no sigue las reglas.
Acentúemos lo positivo
Los niños son más receptivos al "hacer" que a lo que les "ordenan". Directivas cómo el "no" o "pare" dicen a un niño que es inaceptable pero no explica qué comportamiento le gustaría en cambio. En general, es mejor decir a un niño lo que debe hacer ("Habla bajo") antes de lo que no debe hacer ("No grites"). Padres autoritarios dan más órdenes que contienen"no", mientras los demás están propensos a aplicar la orden con el "hacé" o "haz". Es bueno darle sugerencias positivas y estimularlo para que tome decisiones.
Mantengámonos al margen
Cuándo decimos "quiero que te vayas a la cama ahora mismo", estamos creando una lucha de poder personal con nuestros hijos. Una buena estrategia es hacer constar la regla de una forma impersonal. Por ejemplo: "Son las 8, hora de acostarse" y se le enseña el reloj. En este caso, algunos conflictos y sentimientos estarán entre el niño y el reloj.
Expliquemos el porqué
Cuando una persona entiende el motivo de una regla, como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá mas animado a obedecerla. De este modo, lo mejor cuando se aplica un límite, es explicar al niño el porqué tiene que obedecer. Entendiendo la razón para obedecer una órden ayuda a los niños a que desarrollen valores internos de conducta o comportamiento, conciencia. Antes de dar una larga explicación que puede distraer a los niños, manifieste la razón en pocas palabras. Por ejemplo: "No muerdas a las personas. Eso les hará daño"; "No me pegues porqué me duele","Si tiras los juguetes de otros niños, ellos se sentirán tristes porque les gustaría jugar con ellos".
Sugeramos una alternativa
Siempre que apliques un límite al comportamiento de un niño, intente indicar una alternativa aceptable. Al hacerlo sonará menos negativo y su hijo se sentirá menos desaventajado. De este modo, podemos decir "yo sé que te gusta mi pintalabios, pero eso es para los labios y no para jugar. Aquí tienes un lápiz y papel a cambio". Otro ejemplo sería decir "No te puedo dar un caramelo antes de la cena, pero te puedo dar un helado de chocolate después". Al ofrecerle alternativas, se le está enseñando que sus sentimientos y deseos son aceptables. Este es un camino de expresión más correcto.
Seamos seriamente consistentes
Una regla puntual para una efectiva puesta del límites es evitar una regla repetitiva. Una rutina flexible (acostarse a las 8 una noche, a las 8 y media en la próxima, y a las 9 en otra noche) invita a una resistencia y se torna imposible de cumplir. Las rutinas y reglas importantes en la familia deberían ser efectivas día tras día, aunque estemos cansados o indispuestos. Si damos a los hijos la oportunidad de dar vueltas a sus reglas, ellos seguramente intentarán resistir. Por lo tanto actuar rápidamente sin permitir que la conducta inadecuada aumente y darle a conocer que pasa, las consecuencias si rompe las normas.
Desaprobemos la conducta, no el niño
Es necesario que dejemos claro para nuestros hijos que nuestra desaprobación está relacionada a su comportamiento y no directamente a ellos. No les estamos rechazando. Evitemos decir "Niño malo" (desaprobación del niño). Deberíamos decir "No muerdas" (desaprobación de la conducta). En lugar de decir "realmente no puedo controlarte cuando actúas de esta forma", deberíamos decir, "Estas latas no están para tirar. Deben quedar en el estante de la cocina". No olvidemos respetar al niño y que a veces puede estar en desacuerdo.
Controlemos las emociones
Los investigadores señalan que cuando los padres están muy enojados castigan más seriamente y son más propensos a ser verbalmente y/o físicamente abusivos con sus niños. Hay épocas en que necesitamos actuar con más calma, y contar hasta diez antes de reaccionar. La disciplina es básicamente enseñar al niño cómo debe comportarse. No se puede enseñar con eficacia si somos extremamente emocionales. Delante de un mal comportamiento, lo mejor es tomarse un minuto de calma uno mismo, y después preguntar con calma, "¿que sucedió aquí?". Todos los niños necesitan que sus padres establezcan las guías de consulta para el comportamiento aceptable. Cuanto más expertos nos hacemos en fijar los límites, mayor es la cooperación que recibiremos de nuestros niños y menor la necesidad de aplicar consecuencias desagradables para que se cumplan los mismos. El resultado es una atmósfera casera más agradable para los padres y los hijos.
Una regla puntual para una efectiva puesta del límites es evitar una regla repetitiva. Una rutina flexible (acostarse a las 8 una noche, a las 8 y media en la próxima, y a las 9 en otra noche) invita a una resistencia y se torna imposible de cumplir. Las rutinas y reglas importantes en la familia deberían ser efectivas día tras día, aunque estemos cansados o indispuestos. Si damos a los hijos la oportunidad de dar vueltas a sus reglas, ellos seguramente intentarán resistir. Por lo tanto actuar rápidamente sin permitir que la conducta inadecuada aumente y darle a conocer que pasa, las consecuencias si rompe las normas.
Desaprobemos la conducta, no el niño
Es necesario que dejemos claro para nuestros hijos que nuestra desaprobación está relacionada a su comportamiento y no directamente a ellos. No les estamos rechazando. Evitemos decir "Niño malo" (desaprobación del niño). Deberíamos decir "No muerdas" (desaprobación de la conducta). En lugar de decir "realmente no puedo controlarte cuando actúas de esta forma", deberíamos decir, "Estas latas no están para tirar. Deben quedar en el estante de la cocina". No olvidemos respetar al niño y que a veces puede estar en desacuerdo.
Controlemos las emociones
Los investigadores señalan que cuando los padres están muy enojados castigan más seriamente y son más propensos a ser verbalmente y/o físicamente abusivos con sus niños. Hay épocas en que necesitamos actuar con más calma, y contar hasta diez antes de reaccionar. La disciplina es básicamente enseñar al niño cómo debe comportarse. No se puede enseñar con eficacia si somos extremamente emocionales. Delante de un mal comportamiento, lo mejor es tomarse un minuto de calma uno mismo, y después preguntar con calma, "¿que sucedió aquí?". Todos los niños necesitan que sus padres establezcan las guías de consulta para el comportamiento aceptable. Cuanto más expertos nos hacemos en fijar los límites, mayor es la cooperación que recibiremos de nuestros niños y menor la necesidad de aplicar consecuencias desagradables para que se cumplan los mismos. El resultado es una atmósfera casera más agradable para los padres y los hijos.
Material adaptado y corregido por PDP, su autor: Charles E. Schaefer, Ph.D., profesor de psicologÍa y director del Centro de Servicios Psicológicos de la Universidad de Fairleigh Dickinson.