El mismo nos invita a la reflexión y a cuestionarnos con qué facilidad los adultos otorgamos al niño/a una identidad marcada por una etiqueta, la cual independientemente de ser la que sea, positiva o no, los puede marcar para toda la vida.
CADA NIÑO, SU ETIQUETA
"Lo que encierra a cada niño dentro de un personaje cualquiera, y lo obliga a jugar hasta el final de sus días dicho personaje es la palabra del adulto. Es el adulto quien nombra quién es el niño. Le da una identidad. Luego, los adultos y los niños creemos que eso que ha sido nombrado a partir de una circunstancia fortuita, se convierte en eso que el niño es.
Ese adulto que nombra lo que el niño supuestamente es suele ser la persona con quien el niño se identifica más. Generalmente es la madre. Es decir, lo que la madre diga se va a convertir en ”palabra santa” para el niño. A veces puede ser el padre o la abuela, depende del valor que se le adjudique dentro de la familia a cada uno de estos adultos.
La cuestión es que hay un adulto que da identidad al niño a través de un rango que lo caracteriza, sea positivo o negativo, por ejemplo: el llorón, el inteligente o el independiente.
Todo personaje tiene ventajas, que actúan como habilitadores de mirada y aceptación, y desventajas que generalmente son aquellas que nos encierran en esa única manera en que los demás nos reconocen. El sufrimiento que genera “la cárcel del personaje” es lo que necesitamos reconocer y modificar, con el fin de ayudar a nuestros hijos a asumir la libertad de navegar entre múltiples posibilidades.
Para ello, nada mejor que observarlos, alentarlos y admirarlos sin reducir sus acciones a ninguna etiqueta establecida.
Por ejemplo, si no han estudiado, pues conversaremos sobre esa circunstancia particular en la que no han estudiado, pero ese echo puntual no lo convertirá en “pocos estudiosos”. Si son buenos en el deporte, estaremos atentos a nombrar cualquier otra habilidad, ya que eso no los convierte solamente en "buenos deportistas".
Estar atentos a no encasillarlos en sus habilidades, será más fácil si miramos a todos nuestros hijos en conjunto, y si tratamos de reconocer la tendencia que tenemos a mirar a unos bajo un cristal y a otros bajo otros cristales, es decir, teñidos de nuestras suposiciones preestablecidas. Entonces para sustraernos del desliz de mirar solo el personaje, sería ideal conversar con ellos, saber qué es lo que pasa, qué sienten, qué dificultades tienen, qué necesitan de nosotros, en lugar de que ellos nos escuchen hablar-refiriéndonos a ellos-con otras personas, desde los personajes que ya hemos construido y determinado para cada uno. Si conversamos y dialogamos con ellos, sabremos que cada momento es diferente, cada instante trae una nueva versión de los acontecimientos, por lo tanto, no hay lugar para los encasillamientos, sino para el genuino interés sobre cada niño. Entonces ellos podrán ser niños completos, que a veces ríen, otras veces se divierten, otras veces estudian, otras veces se portan muy mal y otras veces son cariñosos. Es decir podrán vivir la complejidad que atañe a todo ser humano".
CADA NIÑO, SU ETIQUETA
"Lo que encierra a cada niño dentro de un personaje cualquiera, y lo obliga a jugar hasta el final de sus días dicho personaje es la palabra del adulto. Es el adulto quien nombra quién es el niño. Le da una identidad. Luego, los adultos y los niños creemos que eso que ha sido nombrado a partir de una circunstancia fortuita, se convierte en eso que el niño es.
Ese adulto que nombra lo que el niño supuestamente es suele ser la persona con quien el niño se identifica más. Generalmente es la madre. Es decir, lo que la madre diga se va a convertir en ”palabra santa” para el niño. A veces puede ser el padre o la abuela, depende del valor que se le adjudique dentro de la familia a cada uno de estos adultos.
La cuestión es que hay un adulto que da identidad al niño a través de un rango que lo caracteriza, sea positivo o negativo, por ejemplo: el llorón, el inteligente o el independiente.
Todo personaje tiene ventajas, que actúan como habilitadores de mirada y aceptación, y desventajas que generalmente son aquellas que nos encierran en esa única manera en que los demás nos reconocen. El sufrimiento que genera “la cárcel del personaje” es lo que necesitamos reconocer y modificar, con el fin de ayudar a nuestros hijos a asumir la libertad de navegar entre múltiples posibilidades.
Para ello, nada mejor que observarlos, alentarlos y admirarlos sin reducir sus acciones a ninguna etiqueta establecida.
Por ejemplo, si no han estudiado, pues conversaremos sobre esa circunstancia particular en la que no han estudiado, pero ese echo puntual no lo convertirá en “pocos estudiosos”. Si son buenos en el deporte, estaremos atentos a nombrar cualquier otra habilidad, ya que eso no los convierte solamente en "buenos deportistas".
Estar atentos a no encasillarlos en sus habilidades, será más fácil si miramos a todos nuestros hijos en conjunto, y si tratamos de reconocer la tendencia que tenemos a mirar a unos bajo un cristal y a otros bajo otros cristales, es decir, teñidos de nuestras suposiciones preestablecidas. Entonces para sustraernos del desliz de mirar solo el personaje, sería ideal conversar con ellos, saber qué es lo que pasa, qué sienten, qué dificultades tienen, qué necesitan de nosotros, en lugar de que ellos nos escuchen hablar-refiriéndonos a ellos-con otras personas, desde los personajes que ya hemos construido y determinado para cada uno. Si conversamos y dialogamos con ellos, sabremos que cada momento es diferente, cada instante trae una nueva versión de los acontecimientos, por lo tanto, no hay lugar para los encasillamientos, sino para el genuino interés sobre cada niño. Entonces ellos podrán ser niños completos, que a veces ríen, otras veces se divierten, otras veces estudian, otras veces se portan muy mal y otras veces son cariñosos. Es decir podrán vivir la complejidad que atañe a todo ser humano".
Laura Gutman
Extraído de Mujeres visibles madres invisibles
Extraído de Mujeres visibles madres invisibles
Imagen: Pintura de Nuria Roman
8 comentarios:
Buen día Carmen :)
Muy buen artículo, cuando tienes varios hijos, una tiende a etiquetar.
El problema de Lucía surgió con algunas maestras de la primaria, una llegó a decirle 'éste trabajo no lo has hecho vos'.
Trabajé con toda clase de elementos, para reconocer las provincias y capitales de nuestro país.
El trabajo lo hizo en clase, no tuvo ayuda, se sacó excelente...pero vino desmoralizada, allí la psicóloga le dijo -ante la repetición de ésta bendita maestra-, te encontrarás en la vida con muchas 'Analías', adelante, vamos!
Otro tema: la comparación, pelear con la familia paterna, la mía no se metía en los asuntos de crianza, y algunos docentes...hablar no sirvió para nada.
Una vez en la secundaria, varios profesores le dijeron que era diferente a su hermana: colaboraba en clases, opinaba y que las notas buenas no eran importantes si ella había captado el mensaje.
Besitosª
Excelente artículo Carmen! A veces es dificil no ponerles el papel de, por suerte siempre hay alguien que nos corrige o nos da una mano para o ponerles semejante carga encima.
Besotes
Desde que nació, le llamaba a Erik "campeón", ya ves lo que es la vida, sigo llamándole siempre así, y también "ratoncito bebé", jaja, que le encanta aunque me dice que ya es mayor ;)
Muy lindo articulo, gracias por compartir, Cariños
Hola Graciela,a mi de chica me decián Lucila Dinamita, seguro conocés el personaje, era la hermana de Pepe Dinamita.Odiaba que me llamen así, hasta ahora no se porqué,jaja. Ay cada maestra... Besotes, Carmen
Así es Marina a veces sin darnos cuenta resaltamos sus caracteristicas. Comparar y resaltar habilidades entre hermanos daña. Bueno el equilibrio no es fácil.Inclusos entre los niños acostumbran a etiquetarse, ponerse motes y terminan en el famoso acoso entre compañeros. Cariños, Carmen
Como estás Anabel?
La cuestión va mas allá de un apodo cariñoso dado con respeto y cariño que incluso agrada a un niño y por que no a un adulto también. Lo de "campeón" me encanta pero veo que ya el mismo quiere dejar de ser el "ratoncito bebé", que lástima pero es así.Un Abrazo, Carmen
Hola Ma. Gloria a veces los adultos resaltamos aspectos de la personalidad o conducta, repetidamente, frente a otros y con esto le vamos diciendo que es así o que tiene que ser así y terminan creyéndose y desde luego esto les afecta emocionalmente. Los que sufren mucho son los adolescentes.Cariños para vos y Jaz, Carmen
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