Aca va la primera parte del programa elaborado por Paloma Cuadrado para Down21.
CONOZCO Y EXPRESO EMOCIONES
El primer paso en la Inteligencia Emocional
¿Cómo se puede desarrollar la comprensión y expresión de emociones en los niños?
En nuestra cultura no es habitual la educación en expresión verbal y no verbal de las emociones. Es el momento de irles enseñando progresivamente a los niños a poner nombre a las emociones básicas y a captar los signos de expresión emocional de los demás, a interpretarlas correctamente, asociarlas con pensamientos que faciliten una actuación adecuada y a controlar emociones que conlleven consecuencias negativas. Puede aprovecharse cualquier situación para hacer que se fijen los niños en las emociones. Por ejemplo, cuando se sientan contentos, tristes o enfadados, diciéndoselo explícitamente, animándoles a que presten atención a los gestos de cada emoción, a lo que les produce cada una de ellas. Un paso más adelante será hacer que se fijen en las emociones de otros, en cómo se sienten, para que puedan llegar a compartir emociones y tener presente su importancia dentro de las relaciones sociales.
Dichas habilidades se pueden aprender aprovechando cada momento cotidiano en el hogar o en el aula. Sin embargo, enseñar al niño a controlar sus emociones es diferente a reprimirlas. Tendrá que aprender a expresarlas de acuerdo con el momento, la situación y las personas presentes y, en este aspecto, el adulto ha de sentirse cómodo y hacerlo de forma adecuada.
Desde que el niño es pequeño y juega con otros niños será importante ir enseñándole lo que significa el respeto a los demás (mediante el respeto de turnos, prestar juguetes, no mostrarse agresivo), la relación con los demás (saludando y despidiéndose, pidiendo las cosas antes de quitarlas, aprendiendo a iniciar juegos) y la expresión de los propios sentimientos. Esto se convertirá en una tarea mucho más fácil si la educación emocional comienza desde que el niño nace, si procuramos que el entorno familiar sea estimulante para el niño, proporcionándole a menudo expresiones de cariño y diciéndole todo aquello que hace bien.
Actividades
Algunas actividades para iniciar a los niños en el reconocimiento y diferenciación de las emociones básicas son, a modo de ejemplo:
- Proporcionarles un vocabulario relativo a las emociones, para que de esta forma puedan iniciarse en la identificación y comunicación de sentimientos. Es importante brindarles un vocabulario emocional, llamar a las emociones por su nombre: estoy enfadado, estoy triste, siento rabia, estoy contento…
- Pintar con ellos caras de personas que expresen la alegría, la tristeza o el enfado, haciendo que el niño participe y se fije bien en la diferente expresión entre una y otra emoción. Estos dibujos pueden exponerse en un lugar visible de la casa y, cuando el niño manifieste una emoción, llevarle a ese lugar para que intente señalar la que le ocurre a él y se fije bien en ellas. Será una sencilla forma para aprender a etiquetar emociones.
- Plantearle alternativas sobre qué emoción siente en cada momento, para que decida cuál es la que le ocurre. “¿Estás contento o enfadado?”
- Delante del espejo imitar con el niño distintas expresiones que representen estados emocionales, para que observen en ellos y en el adulto cómo cambian los ojos, la boca, la frente, las cejas... con cada una de ellas.
- Realizar caretas con cartulinas, cada una representará una emoción. Se puede jugar a que adivinen qué emoción representa cada careta.
- Con un álbum de fotos se puede pasar un momento agradable y educativo emocionalmente, enseñando al niño cada emoción en sus propias fotos y en aquellas en las que aparecen otras personas. De esta forma cada vez será más capaz de diferenciarlas y reconocerlas en sí mismo y en los demás.
- Durante el juego aprovechar para provocar emociones en los personajes y hacer que el niño se fije en ellas: “Mira qué contento está el muñeco cuando gana en la carrera”.
- Aprovechar cualquier situación de relación social, juego o, incluso, conflicto, para poner nombre a las emociones: “Mira cómo llora Juan, se ha caído y le duele mucho.”
El tiempo que se comparte con los niños es vital para proporcionarles un marco de apoyo en el que se desarrolle de forma adecuada su inteligencia emocional.
La educación de las emociones tiene un gran peso en la prevención de posibles problemas emocionales y en el desarrollo de la personalidad del niño. Esta forma de educación debe ser, sin embargo, un proceso continuo y permanente, se puede y debe realizar a lo largo de toda la vida. La competencia emocional se logra a través de la experiencia, de la práctica diaria, contemplando cada momento como una gran oportunidad para aprender y mejorar en este aspecto.
LAS EMOCIONES ME HABLAN
El conocimiento de uno mismo a través de las propias emociones
¿Cómo pueden “hablarnos” las emociones?
Las emociones son un estado complejo de activación del organismo. A través de ellas percibimos lo que sucede a nuestro alrededor y nos mueven a actuar. Es cierto que las emociones “nos hablan”, son capaces de expresarnos algo, pero con un lenguaje muy distinto al que estamos acostumbrados a escuchar.
Si enseñamos a los niños desde que son pequeños a darse cuenta de sus propias reacciones emocionales les estaremos ayudando a entenderse a sí mismos, pero también a los demás, desarrollando la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar de otro y de actuar en consecuencia.
La propia estima y valía del niño, un buen autoconcepto, empieza ya a establecerse en los primeros años de vida y permite a éste enfrentarse a sus problemas, a los cambios. El hecho de potenciar su autoconocimiento emocional será una herramienta muy útil para desarrollar aquellas emociones positivas, aquéllas que más le ayudarán en la vida.
¿Cómo fomentar que los niños se conozcan más a sí mismos?
El conocimiento de uno mismo es un gran paso en la inteligencia emocional: si no nos conocemos a nosotros mismos difícilmente podremos conocer cómo son los demás.
La mayoría de las emociones se expresan de forma no verbal, es decir, sin palabras pero a través del lenguaje corporal. Por ejemplo, cuando nos emocionamos cambia nuestra mirada, orientamos nuestro cuerpo y colocamos las manos de una forma determinada, incluso, llegamos a modular el contacto físico o la propia voz. Reconocer e interpretar el lenguaje no verbal es complicado, requiere mucho esfuerzo y práctica; sin embargo, es uno de los “ingredientes” fundamentales de la inteligencia emocional.
No conviene someter a censura las emociones, ya que entenderlas constituye uno de los aprendizajes más importantes en la vida de una persona y “disfrazarlas” no contribuirá a desarrollar su madurez emocional. Una vez el niño ha aprendido a etiquetar las emociones básicas se le puede facilitar un mayor conocimiento sobre lo que éstas avivan en él. Se trata de que ellos mismos descubran que sentirse contento, optimista, tiene muchas más ventajas que estar triste o enfadado. Sin embargo, conviene subrayar que tampoco debemos disfrazar las emociones que nos disgustan: estar triste, preocupado, nervioso, enfadado… Todas forman parte de nosotros y para manejarlas, el primer paso es reconocerlas.
Aunque nos parezca algo sencillo muchas veces somos los adultos quienes más fallamos en esta observación y, ante un pequeño contratiempo, nos enfadamos o se nos nota muy nerviosos, transfiriendo así un modelo erróneo a los niños. El adulto constituye el marco principal de referencia de los niños y ha de tener presente la importancia de su propio control emocional. De nada serviría enseñar al niño a estar contento si le llevamos en coche y nos ve nerviosos en un atasco, si se nos cae un plato y ponemos el grito en el cielo, si nos descontrolamos ante cualquier pequeño percance.
¿Cómo podemos ayudar a los niños a “escuchar” a través de su cuerpo las emociones?
Conviene hablar de forma abierta de las emociones propias, que el niño lo vea como algo natural y sea consciente de aquellas que experimenta en sí mismo. Al convivir con un niño con síndrome de Down se ha de estar atento a sus señales emocionales y fomentar su expresión. Si hacemos esto tendremos oportunidad de enseñarle a fijarse en la reacción que el entorno tiene a cada una de sus emociones y de fomentar aquellas más adecuadas. Por ejemplo, si el niño se lo ha pasado muy bien, se ha reído, ha disfrutado, podemos hacerle ver el cosquilleo que siente en la tripa, la sensación de “estar a gusto” que experimenta, a la vez que le remarcamos las consecuencias positivas de dicha emoción: los demás juegan con él, pone muy contentos a otros y le dejan compartir sus juguetes, es muy divertido para todos. Además, conviene indagar con el niño qué situación ha provocado esa emoción. Evidentemente, el nivel evolutivo del niño tendrá un gran peso a la hora de ofrecerle más o menos detalles y de utilizar uno u otro lenguaje.
El modo de interacción de los padres con su hijo determinará en gran parte su capacidad de resolución de problemas, su autonomía y su conducta social. Es necesario fomentar y permitir más la iniciativa del niño, incluso el error. Solamente aprendemos si se nos permite actuar, experimentar emociones y ver con cuál nos sentimos mejor.
Las emociones nos llevan a actuar y algunas de ellas nos permiten afrontar situaciones verdaderamente difíciles. Son estas últimas las que debemos potenciar en los niños como forma de aprender a salir con éxito de situaciones difíciles.
Actividades:
- Ayudarle a que preste atención a cómo dice las cosas cuando está contento pero también cuando siente alguna emoción negativa para él, que vea la diferente expresión entre una y otra.
- Jugar a decir emociones a través de la mímica, de esta forma aprenderá a ver la importancia a las señales corporales y fijarse en ellas.
- Sobre todo con los más pequeños ofrecerles posibilidades reales de elección de emociones, ya que muchas veces no saben con cuál responder a un suceso. Por ejemplo, si el niño se ha caído y no tiene importancia, no conviene hacerle que se concentre en el dolor, sino en lo bien que se lo estaba pasando y animarle a que vuelva a esa actividad. Una opción consiste en identificar situaciones que le hayan ocurrido a él y en las que se haya sentido: contento (cuando llega mamá, cuando nos dan un regalo, cuando vamos al parque, cuando jugamos con un amigo...), triste (cuando hacemos algo mal, cuando se rompe algo que nos gusta mucho, cuando lloramos,...), enfadado (cuando no nos dan algo que queremos, me han pegado, me gritan, otro niño no nos deja subir al tobogán...) etc.
- Podemos utilizar cuentos infantiles con ilustraciones claras para que aprendan a situar las emociones en su cuerpo. Se les harán preguntas a los niños sobre cómo se siente cada personaje, viendo cómo influye a su vez en los demás personajes del cuento. Se cuidará, ante todo, la entonación para enfatizar emociones, exagerando la musicalidad y haciendo pausas para llamar su atención.
- Todos podemos dedicar un rato de la magia de los cuentos a los niños. Se puede fabricar un cuento personalizado sobre situaciones relacionadas con su vida cotidiana, de esta forma el niño se identificará con el personaje y podrá ver cómo sale airoso cambiando sus emociones negativas de miedo o ira por otras más adaptadas. Los cuentos se pueden utilizar para ayudarles a comprenderse, las historias que les ofrezcamos les darán información sobre sus propias emociones.
- Aprovechar el recurso de la música para que sientan emociones en sí mismos y vean cómo afectan a su estado de ánimo.
- Con un guiñol o teatro de títeres se pueden representar cuentos que escenifiquen situaciones asociadas a emociones. Se les preguntará a los niños la emoción de cada uno de los personajes y las consecuencias que han aparecido. Será un gran recurso para que lo vean y juzguen cuál merece la pena.
- El juego contribuye a que el niño entienda lo que le rodea, a la vez que pone de manifiesto sentimientos que tiene dentro. Permitir que el niño juegue libremente y sin dirigirle de forma constante es sano para él, le permitirá sacar a la luz emociones que tiene dentro.
- El niño desarrollará emociones positivas si le elogiamos lo que hace bien, sin embargo, no conviene adularle de forma excesiva ya que perdería todo su efecto motivador y el niño no aprendería a discriminar cuándo se le está elogiando por su esfuerzo.
- Potenciar los momentos de risa y alegría en la familia, un buen recurso son los juegos cooperativos en los que todos puedan participar y comunicar emociones.
- Acostumbrarles a que no tengan todo “ahora”, que aprendan a demorar poco a poco las cosas que quieren.
- Admitir los adultos que nos equivocamos y cambiamos emociones negativas por positivas. Nadie es perfecto.
El profesor podrá intervenir asimismo con su actuación profesional en el aula, proporcionando pistas para ayudar a sus alumnos para favorecer el contacto personal y la posibilidad de hablar de sentimientos de forma natural. Hay que tener en cuenta que un adecuado acuerdo entre el núcleo familiar y el centro educativo es fundamental para la formación integral del niño y la unificación de criterios. Desde ambos entornos se establecen los puntos de referencia necesarios para su desarrollo socio-emocional.
Para llegar a establecer una relación armoniosa con el niño es necesario aceptarle tal y como es, una persona con sus propias características, pero siempre capaz de mejorar y aprender, incluso en el área de las emociones.
APRENDO A CONTROLAR LAS EMOCIONES
Una vez adentrados en el mundo de las emociones, ¿cómo podemos lograr que los niños sepan superar aquellas que les producen malestar y cambiarlas por otras más optimistas? No se trata de enseñarles a ocultar sus emociones, ni reprimirlas, sino de aprender a tranquilizarse ante un reto, mirarlo desde otra perspectiva y saber son ellos quienes lo han logrado.
Si desde su nacimiento el niño ha podido disfrutar de un vínculo seguro tendrá una mayor autoconfianza y una mejor capacidad para controlar sus emociones: intentará superar cada reto y tratará de perseverar, aunque no siempre tenga éxito, pero sabrá que cuenta con apoyos en su relación con los demás. Los padres tienen una importancia indiscutible en la educación del niño; por lo tanto, el propio modelo que ellos muestran en el control de sus emociones tiene una gran influencia sobre el desarrollo de su hijo como ser autónomo.
Para establecer relaciones armoniosas con el niño es necesario aceptarle tal y como es, una persona con sus propias características, que tiene capacidades que se le dan mejor y otras en las que necesita más ayuda. Hay que considerar al niño en su globalidad, con la intención de darle las oportunidades que necesita y desarrollar su potencial respecto a todas las áreas: motora, lenguaje, perceptiva, cognitiva, social y emocional. Hay que tener en cuenta que con una actitud protectora, aunque se haga con la mejor intención, se puede llegar a obstaculizar el proceso de autonomía y desarrollo emocional. La persona con síndrome de Down debe ser un miembro más de la familia y no un mero receptor de ayuda familiar. Es necesario ser menos directivo, permitiendo la iniciativa del niño, incluso el error. Ya que solamente se aprende si se les permite actuar.
Es sabido que el optimismo está íntimamente relacionado con el bienestar y la autoestima. Por lo tanto, habrá que ayudar al niño a aceptarse tal y como es y, desde ahí, potenciar sus cualidades que le hacen único.
¿Qué hacer para proporcionar a los niños un adecuado modelo de control emocional?
1. Comunicarnos de forma eficaz
Comunicar supone manifestar actuaciones, pensamientos o sentimientos en situaciones interpersonales. Todo es comunicación, desde un gesto hasta una palabra. Es evidente que existen diversas formas de comunicar: cada persona que observemos tendrá un estilo u otro. Sin embargo, la manera que refleja una madurez emocional es la llamada “comunicación asertiva”, aquella que consigue sus objetivos teniendo en cuenta las señales que el otro transmite. Es la que muestran las personas que hablan seguras y confiadas, con una postura relajada y miran a los ojos de la persona que escucha. Dicen lo que pretenden decir, pero teniendo en cuenta los sentimientos del otro, empatizando con él. Una persona asertiva puede potenciar en el otro emociones positivas y supone un modelo seguro de control emocional.
¿Cómo podemos fomentar la asertividad –es decir, esa transmisión de seguridad y confianza– en nuestra relación con los niños? Poniéndonos a su lado e intentando pensar como ellos, según su edad, lo que les gusta y lo que más les cuesta. Es mejor elegir momentos de distensión para comunicarse, donde la prisa no sea un obstáculo, y mostrar señales a los niños que hagan evidente que se les escucha y que el mensaje tiene importancia para el adulto: asintiendo, mirándole a los ojos, preguntándole, estando próximo a ellos... El hecho de hablar de lo que hace en el colegio, los amigos que tiene, aquello que más le cuesta y lo que mejor le sale, es indispensable para que se sienta comprendido y apoyado.
Esta forma de comunicar, de sintonizar con él, conviene que sea aceptada y generalizada en el hogar y la escuela, para crear una coherencia en el niño y motivarle entre todos. Pero en la comunicación con el niño con síndrome de Down hemos de tener muy en cuenta lo siguiente: el niño entiende mucho más de los que podemos deducir por su capacidad de expresarse verbalmente. De modo que aun cuando él hable o trate de explicar poco, nosotros podemos comentarlo y contestarle con más amplitud, aunque con sencillez, sabiendo que él nos entiende.
2. Desarrollar la afectividad
Demostrar afectividad no es una tarea siempre fácil. Muchas veces las prisas o la rutina hacen que no nos fijemos en su importancia para los niños. El rostro es una parte de nuestro cuerpo que puede proporcionarles información sobre el grado de aceptación y el humor. A través del rostro, el tono de voz y el movimiento corporal el niño puede captar distintas emociones que le proporcionen respuestas ante lo que él hace.
El acercamiento físico, a través del tacto y caricias, es una buena demostración que al niño le ayuda a sentirse a gusto. Sin embargo, no conviene caer en el error; no hace falta premiar siempre que el niño hace algo bien con refuerzos tangibles como golosinas, cromos, muñecos, etc. Es incluso más efectivo el refuerzo social a través de los elogios y manifestaciones afectivas y, sobre todo, ayudará al niño a considerar la importancia de las relaciones sociales a lo largo de toda su vida. Esta es una tarea que se les ha de demostrar desde el principio, desde que son pequeños, porque son como una “esponja” capaz de aprender de las emociones.
3. Controlar la conducta
Los niños han de enfrentarse a numerosas situaciones a la hora de afianzar en su autonomía, aunque muchas veces no saben expresar exactamente sus deseos y necesidades. Todas estas experiencias incomodan al niño, cuyas habilidades motoras y comunicativas son todavía muy limitadas; su autocontrol necesita desarrollarse y pueden reaccionar con rabietas, enfados, o incluso manifestar ira contra el profesor u otro alumno. Lo mejor es permanecer tranquilos, acercarnos al niño y hablarle en un tono suave; de esta forma podrá fijarse en nuestro comportamiento y verá que estar relajado proporciona un mayor bienestar. Otra alternativa es llevarle con suavidad y firmeza a otro lugar y esperar a que se le pase, dejando claro al niño que no hay otra solución, pero que no es un castigo, y que puede elegir otra alternativa si su comportamiento es más adecuado.
El efecto de las expectativas, llamado efecto Pigmalión, muestra que la opinión preconcebida que el padre o el profesor puedan tener del niño condiciona la forma de interactuar con él y afecta, en consecuencia, a su conducta. Si pensamos que, debido a su discapacidad, el niño no va a ser capaz de mejorar en el plano emocional se lo estaremos transmitiendo a él y no se esforzará. Cambiemos, por lo tanto, nuestra forma de verle y pensemos en positivo, convenciéndonos de que, del mismo modo que aprende a hacer fichas o actividades escolares, puede aprender y mejorar en su capacidad emocional.
Muchos niños con síndrome de Down tienen elevadas expectativas de fracaso; por lo tanto hay que lograr que aprendan a ver la relación entre su esfuerzo y el éxito que depende de ellos mismos. Conviene ayudarles a superar dificultades y que lo perciban como un éxito propio, plantearles metas realistas que consigan por sí mismos. Una buena estrategia será potenciarles pensamientos positivos para afrontar retos, “¡Yo puedo!, ¡Lo haré bien!”, que sean ellos quienes se lo repitan para no hacerles dependientes de la aprobación de los demás. Si siempre se les pide por encima o por debajo de sus posibilidades estaremos mermando su motivación. Hay que proponerles actividades y responsabilidades cada vez más difíciles, que supongan un reto para ellos y compararles en sus progresos consigo mismos.
Conviene explicarles de forma sencilla las situaciones nuevas o difíciles, qué les ha llevado a sentirse incómodos o nerviosos, intentando describirles algunas de ellas antes de que lleguen. Esto se consigue realizando una escucha activa entre los padres y el niño, partiendo de sus propias experiencias y planteándoles aquellas situaciones que supieron resolver. Aun así, la exposición a situaciones nuevas o difíciles deberá realizarse de forma progresiva, utilizando técnicas de relajación que planteen al niño una visión más optimista.
Se puede utilizar el juego para que inventen alternativas a un problema y dialogar cuál es la mejor. Mediante el juego simbólico o de ficción, el niño podrá expresar qué situaciones le preocupan más, plantear alternativas y evaluar las consecuencias de sus acciones. El juego es una buena forma para que el niño participe, se exprese y desarrolle sus emociones.
El primer paso en la Inteligencia Emocional
¿Cómo se puede desarrollar la comprensión y expresión de emociones en los niños?
En nuestra cultura no es habitual la educación en expresión verbal y no verbal de las emociones. Es el momento de irles enseñando progresivamente a los niños a poner nombre a las emociones básicas y a captar los signos de expresión emocional de los demás, a interpretarlas correctamente, asociarlas con pensamientos que faciliten una actuación adecuada y a controlar emociones que conlleven consecuencias negativas. Puede aprovecharse cualquier situación para hacer que se fijen los niños en las emociones. Por ejemplo, cuando se sientan contentos, tristes o enfadados, diciéndoselo explícitamente, animándoles a que presten atención a los gestos de cada emoción, a lo que les produce cada una de ellas. Un paso más adelante será hacer que se fijen en las emociones de otros, en cómo se sienten, para que puedan llegar a compartir emociones y tener presente su importancia dentro de las relaciones sociales.
Dichas habilidades se pueden aprender aprovechando cada momento cotidiano en el hogar o en el aula. Sin embargo, enseñar al niño a controlar sus emociones es diferente a reprimirlas. Tendrá que aprender a expresarlas de acuerdo con el momento, la situación y las personas presentes y, en este aspecto, el adulto ha de sentirse cómodo y hacerlo de forma adecuada.
Desde que el niño es pequeño y juega con otros niños será importante ir enseñándole lo que significa el respeto a los demás (mediante el respeto de turnos, prestar juguetes, no mostrarse agresivo), la relación con los demás (saludando y despidiéndose, pidiendo las cosas antes de quitarlas, aprendiendo a iniciar juegos) y la expresión de los propios sentimientos. Esto se convertirá en una tarea mucho más fácil si la educación emocional comienza desde que el niño nace, si procuramos que el entorno familiar sea estimulante para el niño, proporcionándole a menudo expresiones de cariño y diciéndole todo aquello que hace bien.
Actividades
Algunas actividades para iniciar a los niños en el reconocimiento y diferenciación de las emociones básicas son, a modo de ejemplo:
- Proporcionarles un vocabulario relativo a las emociones, para que de esta forma puedan iniciarse en la identificación y comunicación de sentimientos. Es importante brindarles un vocabulario emocional, llamar a las emociones por su nombre: estoy enfadado, estoy triste, siento rabia, estoy contento…
- Pintar con ellos caras de personas que expresen la alegría, la tristeza o el enfado, haciendo que el niño participe y se fije bien en la diferente expresión entre una y otra emoción. Estos dibujos pueden exponerse en un lugar visible de la casa y, cuando el niño manifieste una emoción, llevarle a ese lugar para que intente señalar la que le ocurre a él y se fije bien en ellas. Será una sencilla forma para aprender a etiquetar emociones.
- Plantearle alternativas sobre qué emoción siente en cada momento, para que decida cuál es la que le ocurre. “¿Estás contento o enfadado?”
- Delante del espejo imitar con el niño distintas expresiones que representen estados emocionales, para que observen en ellos y en el adulto cómo cambian los ojos, la boca, la frente, las cejas... con cada una de ellas.
- Realizar caretas con cartulinas, cada una representará una emoción. Se puede jugar a que adivinen qué emoción representa cada careta.
- Con un álbum de fotos se puede pasar un momento agradable y educativo emocionalmente, enseñando al niño cada emoción en sus propias fotos y en aquellas en las que aparecen otras personas. De esta forma cada vez será más capaz de diferenciarlas y reconocerlas en sí mismo y en los demás.
- Durante el juego aprovechar para provocar emociones en los personajes y hacer que el niño se fije en ellas: “Mira qué contento está el muñeco cuando gana en la carrera”.
- Aprovechar cualquier situación de relación social, juego o, incluso, conflicto, para poner nombre a las emociones: “Mira cómo llora Juan, se ha caído y le duele mucho.”
El tiempo que se comparte con los niños es vital para proporcionarles un marco de apoyo en el que se desarrolle de forma adecuada su inteligencia emocional.
La educación de las emociones tiene un gran peso en la prevención de posibles problemas emocionales y en el desarrollo de la personalidad del niño. Esta forma de educación debe ser, sin embargo, un proceso continuo y permanente, se puede y debe realizar a lo largo de toda la vida. La competencia emocional se logra a través de la experiencia, de la práctica diaria, contemplando cada momento como una gran oportunidad para aprender y mejorar en este aspecto.
LAS EMOCIONES ME HABLAN
El conocimiento de uno mismo a través de las propias emociones
¿Cómo pueden “hablarnos” las emociones?
Las emociones son un estado complejo de activación del organismo. A través de ellas percibimos lo que sucede a nuestro alrededor y nos mueven a actuar. Es cierto que las emociones “nos hablan”, son capaces de expresarnos algo, pero con un lenguaje muy distinto al que estamos acostumbrados a escuchar.
Si enseñamos a los niños desde que son pequeños a darse cuenta de sus propias reacciones emocionales les estaremos ayudando a entenderse a sí mismos, pero también a los demás, desarrollando la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar de otro y de actuar en consecuencia.
La propia estima y valía del niño, un buen autoconcepto, empieza ya a establecerse en los primeros años de vida y permite a éste enfrentarse a sus problemas, a los cambios. El hecho de potenciar su autoconocimiento emocional será una herramienta muy útil para desarrollar aquellas emociones positivas, aquéllas que más le ayudarán en la vida.
¿Cómo fomentar que los niños se conozcan más a sí mismos?
El conocimiento de uno mismo es un gran paso en la inteligencia emocional: si no nos conocemos a nosotros mismos difícilmente podremos conocer cómo son los demás.
La mayoría de las emociones se expresan de forma no verbal, es decir, sin palabras pero a través del lenguaje corporal. Por ejemplo, cuando nos emocionamos cambia nuestra mirada, orientamos nuestro cuerpo y colocamos las manos de una forma determinada, incluso, llegamos a modular el contacto físico o la propia voz. Reconocer e interpretar el lenguaje no verbal es complicado, requiere mucho esfuerzo y práctica; sin embargo, es uno de los “ingredientes” fundamentales de la inteligencia emocional.
No conviene someter a censura las emociones, ya que entenderlas constituye uno de los aprendizajes más importantes en la vida de una persona y “disfrazarlas” no contribuirá a desarrollar su madurez emocional. Una vez el niño ha aprendido a etiquetar las emociones básicas se le puede facilitar un mayor conocimiento sobre lo que éstas avivan en él. Se trata de que ellos mismos descubran que sentirse contento, optimista, tiene muchas más ventajas que estar triste o enfadado. Sin embargo, conviene subrayar que tampoco debemos disfrazar las emociones que nos disgustan: estar triste, preocupado, nervioso, enfadado… Todas forman parte de nosotros y para manejarlas, el primer paso es reconocerlas.
Aunque nos parezca algo sencillo muchas veces somos los adultos quienes más fallamos en esta observación y, ante un pequeño contratiempo, nos enfadamos o se nos nota muy nerviosos, transfiriendo así un modelo erróneo a los niños. El adulto constituye el marco principal de referencia de los niños y ha de tener presente la importancia de su propio control emocional. De nada serviría enseñar al niño a estar contento si le llevamos en coche y nos ve nerviosos en un atasco, si se nos cae un plato y ponemos el grito en el cielo, si nos descontrolamos ante cualquier pequeño percance.
¿Cómo podemos ayudar a los niños a “escuchar” a través de su cuerpo las emociones?
Conviene hablar de forma abierta de las emociones propias, que el niño lo vea como algo natural y sea consciente de aquellas que experimenta en sí mismo. Al convivir con un niño con síndrome de Down se ha de estar atento a sus señales emocionales y fomentar su expresión. Si hacemos esto tendremos oportunidad de enseñarle a fijarse en la reacción que el entorno tiene a cada una de sus emociones y de fomentar aquellas más adecuadas. Por ejemplo, si el niño se lo ha pasado muy bien, se ha reído, ha disfrutado, podemos hacerle ver el cosquilleo que siente en la tripa, la sensación de “estar a gusto” que experimenta, a la vez que le remarcamos las consecuencias positivas de dicha emoción: los demás juegan con él, pone muy contentos a otros y le dejan compartir sus juguetes, es muy divertido para todos. Además, conviene indagar con el niño qué situación ha provocado esa emoción. Evidentemente, el nivel evolutivo del niño tendrá un gran peso a la hora de ofrecerle más o menos detalles y de utilizar uno u otro lenguaje.
El modo de interacción de los padres con su hijo determinará en gran parte su capacidad de resolución de problemas, su autonomía y su conducta social. Es necesario fomentar y permitir más la iniciativa del niño, incluso el error. Solamente aprendemos si se nos permite actuar, experimentar emociones y ver con cuál nos sentimos mejor.
Las emociones nos llevan a actuar y algunas de ellas nos permiten afrontar situaciones verdaderamente difíciles. Son estas últimas las que debemos potenciar en los niños como forma de aprender a salir con éxito de situaciones difíciles.
Actividades:
- Ayudarle a que preste atención a cómo dice las cosas cuando está contento pero también cuando siente alguna emoción negativa para él, que vea la diferente expresión entre una y otra.
- Jugar a decir emociones a través de la mímica, de esta forma aprenderá a ver la importancia a las señales corporales y fijarse en ellas.
- Sobre todo con los más pequeños ofrecerles posibilidades reales de elección de emociones, ya que muchas veces no saben con cuál responder a un suceso. Por ejemplo, si el niño se ha caído y no tiene importancia, no conviene hacerle que se concentre en el dolor, sino en lo bien que se lo estaba pasando y animarle a que vuelva a esa actividad. Una opción consiste en identificar situaciones que le hayan ocurrido a él y en las que se haya sentido: contento (cuando llega mamá, cuando nos dan un regalo, cuando vamos al parque, cuando jugamos con un amigo...), triste (cuando hacemos algo mal, cuando se rompe algo que nos gusta mucho, cuando lloramos,...), enfadado (cuando no nos dan algo que queremos, me han pegado, me gritan, otro niño no nos deja subir al tobogán...) etc.
- Podemos utilizar cuentos infantiles con ilustraciones claras para que aprendan a situar las emociones en su cuerpo. Se les harán preguntas a los niños sobre cómo se siente cada personaje, viendo cómo influye a su vez en los demás personajes del cuento. Se cuidará, ante todo, la entonación para enfatizar emociones, exagerando la musicalidad y haciendo pausas para llamar su atención.
- Todos podemos dedicar un rato de la magia de los cuentos a los niños. Se puede fabricar un cuento personalizado sobre situaciones relacionadas con su vida cotidiana, de esta forma el niño se identificará con el personaje y podrá ver cómo sale airoso cambiando sus emociones negativas de miedo o ira por otras más adaptadas. Los cuentos se pueden utilizar para ayudarles a comprenderse, las historias que les ofrezcamos les darán información sobre sus propias emociones.
- Aprovechar el recurso de la música para que sientan emociones en sí mismos y vean cómo afectan a su estado de ánimo.
- Con un guiñol o teatro de títeres se pueden representar cuentos que escenifiquen situaciones asociadas a emociones. Se les preguntará a los niños la emoción de cada uno de los personajes y las consecuencias que han aparecido. Será un gran recurso para que lo vean y juzguen cuál merece la pena.
- El juego contribuye a que el niño entienda lo que le rodea, a la vez que pone de manifiesto sentimientos que tiene dentro. Permitir que el niño juegue libremente y sin dirigirle de forma constante es sano para él, le permitirá sacar a la luz emociones que tiene dentro.
- El niño desarrollará emociones positivas si le elogiamos lo que hace bien, sin embargo, no conviene adularle de forma excesiva ya que perdería todo su efecto motivador y el niño no aprendería a discriminar cuándo se le está elogiando por su esfuerzo.
- Potenciar los momentos de risa y alegría en la familia, un buen recurso son los juegos cooperativos en los que todos puedan participar y comunicar emociones.
- Acostumbrarles a que no tengan todo “ahora”, que aprendan a demorar poco a poco las cosas que quieren.
- Admitir los adultos que nos equivocamos y cambiamos emociones negativas por positivas. Nadie es perfecto.
El profesor podrá intervenir asimismo con su actuación profesional en el aula, proporcionando pistas para ayudar a sus alumnos para favorecer el contacto personal y la posibilidad de hablar de sentimientos de forma natural. Hay que tener en cuenta que un adecuado acuerdo entre el núcleo familiar y el centro educativo es fundamental para la formación integral del niño y la unificación de criterios. Desde ambos entornos se establecen los puntos de referencia necesarios para su desarrollo socio-emocional.
Para llegar a establecer una relación armoniosa con el niño es necesario aceptarle tal y como es, una persona con sus propias características, pero siempre capaz de mejorar y aprender, incluso en el área de las emociones.
APRENDO A CONTROLAR LAS EMOCIONES
Una vez adentrados en el mundo de las emociones, ¿cómo podemos lograr que los niños sepan superar aquellas que les producen malestar y cambiarlas por otras más optimistas? No se trata de enseñarles a ocultar sus emociones, ni reprimirlas, sino de aprender a tranquilizarse ante un reto, mirarlo desde otra perspectiva y saber son ellos quienes lo han logrado.
Si desde su nacimiento el niño ha podido disfrutar de un vínculo seguro tendrá una mayor autoconfianza y una mejor capacidad para controlar sus emociones: intentará superar cada reto y tratará de perseverar, aunque no siempre tenga éxito, pero sabrá que cuenta con apoyos en su relación con los demás. Los padres tienen una importancia indiscutible en la educación del niño; por lo tanto, el propio modelo que ellos muestran en el control de sus emociones tiene una gran influencia sobre el desarrollo de su hijo como ser autónomo.
Para establecer relaciones armoniosas con el niño es necesario aceptarle tal y como es, una persona con sus propias características, que tiene capacidades que se le dan mejor y otras en las que necesita más ayuda. Hay que considerar al niño en su globalidad, con la intención de darle las oportunidades que necesita y desarrollar su potencial respecto a todas las áreas: motora, lenguaje, perceptiva, cognitiva, social y emocional. Hay que tener en cuenta que con una actitud protectora, aunque se haga con la mejor intención, se puede llegar a obstaculizar el proceso de autonomía y desarrollo emocional. La persona con síndrome de Down debe ser un miembro más de la familia y no un mero receptor de ayuda familiar. Es necesario ser menos directivo, permitiendo la iniciativa del niño, incluso el error. Ya que solamente se aprende si se les permite actuar.
Es sabido que el optimismo está íntimamente relacionado con el bienestar y la autoestima. Por lo tanto, habrá que ayudar al niño a aceptarse tal y como es y, desde ahí, potenciar sus cualidades que le hacen único.
¿Qué hacer para proporcionar a los niños un adecuado modelo de control emocional?
1. Comunicarnos de forma eficaz
Comunicar supone manifestar actuaciones, pensamientos o sentimientos en situaciones interpersonales. Todo es comunicación, desde un gesto hasta una palabra. Es evidente que existen diversas formas de comunicar: cada persona que observemos tendrá un estilo u otro. Sin embargo, la manera que refleja una madurez emocional es la llamada “comunicación asertiva”, aquella que consigue sus objetivos teniendo en cuenta las señales que el otro transmite. Es la que muestran las personas que hablan seguras y confiadas, con una postura relajada y miran a los ojos de la persona que escucha. Dicen lo que pretenden decir, pero teniendo en cuenta los sentimientos del otro, empatizando con él. Una persona asertiva puede potenciar en el otro emociones positivas y supone un modelo seguro de control emocional.
¿Cómo podemos fomentar la asertividad –es decir, esa transmisión de seguridad y confianza– en nuestra relación con los niños? Poniéndonos a su lado e intentando pensar como ellos, según su edad, lo que les gusta y lo que más les cuesta. Es mejor elegir momentos de distensión para comunicarse, donde la prisa no sea un obstáculo, y mostrar señales a los niños que hagan evidente que se les escucha y que el mensaje tiene importancia para el adulto: asintiendo, mirándole a los ojos, preguntándole, estando próximo a ellos... El hecho de hablar de lo que hace en el colegio, los amigos que tiene, aquello que más le cuesta y lo que mejor le sale, es indispensable para que se sienta comprendido y apoyado.
Esta forma de comunicar, de sintonizar con él, conviene que sea aceptada y generalizada en el hogar y la escuela, para crear una coherencia en el niño y motivarle entre todos. Pero en la comunicación con el niño con síndrome de Down hemos de tener muy en cuenta lo siguiente: el niño entiende mucho más de los que podemos deducir por su capacidad de expresarse verbalmente. De modo que aun cuando él hable o trate de explicar poco, nosotros podemos comentarlo y contestarle con más amplitud, aunque con sencillez, sabiendo que él nos entiende.
2. Desarrollar la afectividad
Demostrar afectividad no es una tarea siempre fácil. Muchas veces las prisas o la rutina hacen que no nos fijemos en su importancia para los niños. El rostro es una parte de nuestro cuerpo que puede proporcionarles información sobre el grado de aceptación y el humor. A través del rostro, el tono de voz y el movimiento corporal el niño puede captar distintas emociones que le proporcionen respuestas ante lo que él hace.
El acercamiento físico, a través del tacto y caricias, es una buena demostración que al niño le ayuda a sentirse a gusto. Sin embargo, no conviene caer en el error; no hace falta premiar siempre que el niño hace algo bien con refuerzos tangibles como golosinas, cromos, muñecos, etc. Es incluso más efectivo el refuerzo social a través de los elogios y manifestaciones afectivas y, sobre todo, ayudará al niño a considerar la importancia de las relaciones sociales a lo largo de toda su vida. Esta es una tarea que se les ha de demostrar desde el principio, desde que son pequeños, porque son como una “esponja” capaz de aprender de las emociones.
3. Controlar la conducta
Los niños han de enfrentarse a numerosas situaciones a la hora de afianzar en su autonomía, aunque muchas veces no saben expresar exactamente sus deseos y necesidades. Todas estas experiencias incomodan al niño, cuyas habilidades motoras y comunicativas son todavía muy limitadas; su autocontrol necesita desarrollarse y pueden reaccionar con rabietas, enfados, o incluso manifestar ira contra el profesor u otro alumno. Lo mejor es permanecer tranquilos, acercarnos al niño y hablarle en un tono suave; de esta forma podrá fijarse en nuestro comportamiento y verá que estar relajado proporciona un mayor bienestar. Otra alternativa es llevarle con suavidad y firmeza a otro lugar y esperar a que se le pase, dejando claro al niño que no hay otra solución, pero que no es un castigo, y que puede elegir otra alternativa si su comportamiento es más adecuado.
El efecto de las expectativas, llamado efecto Pigmalión, muestra que la opinión preconcebida que el padre o el profesor puedan tener del niño condiciona la forma de interactuar con él y afecta, en consecuencia, a su conducta. Si pensamos que, debido a su discapacidad, el niño no va a ser capaz de mejorar en el plano emocional se lo estaremos transmitiendo a él y no se esforzará. Cambiemos, por lo tanto, nuestra forma de verle y pensemos en positivo, convenciéndonos de que, del mismo modo que aprende a hacer fichas o actividades escolares, puede aprender y mejorar en su capacidad emocional.
Muchos niños con síndrome de Down tienen elevadas expectativas de fracaso; por lo tanto hay que lograr que aprendan a ver la relación entre su esfuerzo y el éxito que depende de ellos mismos. Conviene ayudarles a superar dificultades y que lo perciban como un éxito propio, plantearles metas realistas que consigan por sí mismos. Una buena estrategia será potenciarles pensamientos positivos para afrontar retos, “¡Yo puedo!, ¡Lo haré bien!”, que sean ellos quienes se lo repitan para no hacerles dependientes de la aprobación de los demás. Si siempre se les pide por encima o por debajo de sus posibilidades estaremos mermando su motivación. Hay que proponerles actividades y responsabilidades cada vez más difíciles, que supongan un reto para ellos y compararles en sus progresos consigo mismos.
Conviene explicarles de forma sencilla las situaciones nuevas o difíciles, qué les ha llevado a sentirse incómodos o nerviosos, intentando describirles algunas de ellas antes de que lleguen. Esto se consigue realizando una escucha activa entre los padres y el niño, partiendo de sus propias experiencias y planteándoles aquellas situaciones que supieron resolver. Aun así, la exposición a situaciones nuevas o difíciles deberá realizarse de forma progresiva, utilizando técnicas de relajación que planteen al niño una visión más optimista.
Se puede utilizar el juego para que inventen alternativas a un problema y dialogar cuál es la mejor. Mediante el juego simbólico o de ficción, el niño podrá expresar qué situaciones le preocupan más, plantear alternativas y evaluar las consecuencias de sus acciones. El juego es una buena forma para que el niño participe, se exprese y desarrolle sus emociones.
Fuente: http://www.down21.org/educ_psc/educacion/emocional/inteligencia_e6.htm
Imagen: Google
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9 comentarios:
Gracias Carmen! Buenísimo!!!
Va a sernos muy útil!
Y hablando de; en una plática hace tiempo, una especialista nos comentó q a estos niños (con SD) es más probable que los maten, a que los violen (ya ves q es un temor muy frecuente d los padres); porq cuando ellos dicen "no", es "NO", y su fuerza (de voluntad y física) es muy grande.
Pues llevamos ayer a Sara a q le quitaran el aparato q trae en la boca (unido a sus muelas); y no hubo poder humano q la hiciera abrir la boca; ya era la segunda cita en la q lo intentábamos. En la primer cita trataron los dentistas y luego yo, con mil explicaciones y premios de por medio; y en esta segunda, comenzamos igual (hasta la acompañó una amiguita); hasta q llegué a las advertencias d castigos (después de tener a todos una hora ahí); que después me arrepentí; pero nos fuimos igual! Y de ver su determinación y angustia, no hallo como proceder. Es un hecho q se lo tienen q quitar, como sea; pero yo quisiera q ella entendiera que no la queremos lastimar, q hay cosas q tienen q pasar aunque no sean muy agradables, por nuestro bien. Pero Yo entiendo q ella no quiere dolor, y punto. En la siguiente cita, el médico dijo, que le va a pedir a otro, que haga el trabajo, pa q no le agarre resentimiento a él; y Yo?? Cómo le explico que permito que la lastimen, "pero" por su Bien.
No sabes, se me están saliendo las lágrimas ahorita, porque no es la primera situación similar (cuando le han hecho examenes pa ver sus glóbulos y cuando le hacían las dilataciones).
Quiero transmitirle seguridad, confianza; pero no entiendo que siente exactamente, o peor aún, con qué se va a quedar después de?
Quisiera q las cosas tomaran su cause natural, como con mis otros hijos (lo q se puede negociar, se negocía, pero lo que no, no y punto); pero en estas situaciones con Sara, entró en dudas de cómo hacercelo entender.
Perdón! Ya te agarré de psicóloga, y doctora corazón aparte (estuvo más largo el comentario, q el post). Pero de solo escribirte, ya me siento mejor.
Gracias Carmen
Isabell, antes que nada tranquila. Procura estar muy tranquila y muy firme en ese momento.Ya lo dijo la especialista sobre el tema de la testarudez,es muy grande, y su energía esta puesta en la negación.Para que no se tenga que proceder a la fuerza ella tiene que colaborar.Para que colabore tiene que entender que no se le quiere hacer daño.Confiar en la persona, supongo que vos aunque puede ser también otra, alguna profe o terapeuta,que le explique bien el porque de todo el proceso que tiene que pasar.Es la persona que le tiene que acompañar, alguien muy significativo para ella, alguien que ella sepa no le va a defraudar, que cumple lo que dice, me entiendes? Muchas veces la madre no puede manejar estas situaciones por lo mismo, temor, sobreprotección, dolor de verla sufriendo.Cuando van con otro actuan de otra forma por esto del reforzamiento.Es solo un comentario no te digo que otro le lleve.Ella tiene que pasar por este tipo de situaciones y tiene que saber que no son fáciles.No hay que mentirle, decirle que no duele por ej.si que molesta un rato.Tiene que ser un trabajo de proceso, llevarla varias veces antes del día para que se vaya familiarizando y relajando. Las amenazas no funcionan en este caso sino por el contrario puede aumentar su resistencia.Me parece bien que prueben con otro médico. Puedes decirle las cosas tal cual son, incluso recurrir a cuentos, fotos y trata que te diga que siente, si es miedo, para trabajarlo.Si aún pueden debieran tomarse un tiempo para trabajarlo, si no, puedes hacer que esto tome el cauce normal como digiste con tus otros hijos, hay cosas que no se negocian y se tienen que hacer.Ella te lo agradecerá apenas se le saque y le hará muy bien verte a vos firme y segura para enfrentar esto.Se que cuesta mucho y requieren tiempo por eso permanentemente hay que prepararlos. Si no se puede esperar y la salud está primero se puede ver otra alternativa, alguna sedación para hacer que esto pase rápido y no sea más que un mal recuerdo, en tu caso, ya que ella lo olvidará enseguida, eso te lo aseguro.Tranquila Isabell, llora pero que no te vea Sara, ya verás que esto pasará, su angustia es normal pero se hace grande cuando percibe las reacciones del entorno.
Ella va a estar bien. Abrazo a las dos.
Muy bueno Carmen :)
Ahhh Isabell, ya se dejará sacar la ortodoncia no te preocupes!
Muchos niños temen al dentista, adultos? les tienen terror.
Entenderá que deben sacárselos, puede llorar, patalear, pero es así.
Bien por el odontólogo, tal vez con otro se deja :)
Besitos!
MIL GRACIAS CARMEN!!!
Sabía que tú tendrías una respuesta (ya estoy llorando otra vez; soy d lágrima fácil, je je). Voy a tomar en cuenta TODO lo que me dijiste; como siempre, tienes ese don, de explicarte de maravilla!
Efectívamente, me dijeron q esperara un tiempo pa la próxima cita, y q la llevara en la mañana, cuando esté más relajada; y justamente yo pensé en su terapista del leguaje, q además es una gran amiga y Sara la adora; para que la acompañara o hablara con ella (porq yo ya me enganché), y además porq como te digo, no quiero q sienta q yo permito q la lastimen; cuando hubo q hacerle dilataciones mucho tiempo desde q era bebé (por su anito imperforado) y lloraba mucho, Yo era la q estaba ahí; le dimos 5 años terapia d Vojta (muchos años lloró) y Yo era la q la acompañaba y se las hacía; cuando hay q sacarle análisis y hay q detenerla, a mi es a la q ve; si me entiendes??
Muchas Gracias Carmen!
Graciela: Qué hermosa! como siempre. Muchas Gracias también.
No saben cómo me reconfortan sus palabras.
Sí, ya estoy más tranquila Carmen.
Un besote!
Hola Graciela, yo soy una adulta que tuvo terror al dentista. Ahora las técnicas han cambiado todo es menos molesto, los odontólogos actuan de terapeutas pero hace años no. Muy difísil lo de Isabell la entiendo.Saludos
Que bueno Isabell, yo endiendo como te sientes desde tu posición de mamá.Nadie quiere hacerle daño a alguien querido y menos que crea que lo permitimos. Son momentos duros pero que luego se olvidan. La terapeuta sera una buena opción para acompañarla.Ya nos contarás, mucha suerte! Cariños. Carmen
Que bueno Isabell, yo endiendo como te sientes desde tu posición de mamá.Nadie quiere hacerle daño a alguien querido y menos que crea que lo permitimos. Son momentos duros pero que luego se olvidan. La terapeuta sera una buena opción para acompañarla.Ya nos contarás, mucha suerte! Cariños. Carmen
Carmen que lindo esta el programa, le paso a la persona que te conté. Gracias y muchos saludos
Hola Laura, si ya recuerdo que querías para alguién. Espero le sirva.Me avisas cualquier cosa.Cariños
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