Un texto maravilloso, para refelxionar.
Nunca es tarde
"Un día cualquiera aparece un maestro, un libro, un amigo o un pensamiento que cambia el curso de nuestras arraigadas creencias. Dentro de ese viraje personal, lo que hemos hecho con nuestros hijos ya no nos gusta. Hoy no haríamos lo mismo. Nosotros hemos cambiado. Pero lo que no podemos cambiar es el pasado.
Pues bien, llegó el momento de reconocer que ya no nos cabe en nuestro ser interior una modalidad antigua, basada en el prejuicio o el miedo. Tal vez hemos sido demasiado exigentes con nuestros niños, creyendo que hacíamos lo correcto pero alejados de nuestros sentimientos amorosos. Quizás los hemos maltratado sutilmente. Les hemos mentido y hoy son poco confiados. Hemos menospreciado sus sentimientos. Hemos exigido obediencia y nos han respondido con rebeldía. Hemos hecho oídos sordos a sus reclamos y ahora ellos no nos escuchan a nosotros.
Han pasado los años y querríamos rebobinar la vida como una película para hacer las cosas de otro modo. Pues bien, hay algo que sí es posible hacer hoy: darnos cuenta. Luego, hablar sobre ello con nuestros hijos. Incluso si tienen dos años. O cinco. O catorce. O veintiséis. O cuarenta. O sesenta años. Poco importa. Nunca es tarde. Siempre es el momento adecuado cuando humildemente generamos un acercamiento afectivo para hablar de algún descubrimiento personal, de un anhelo, de un deseo o de nuevas intensiones. Para un niño pequeño es alentador escuchar a su madre o a su padre pedirle disculpas, comprometiéndose a ofrecer mayor cuidado y atención. Para un adolescente, es una extraordinaria oportunidad, hablar con alguno de sus padres en una intimidad respetuosa nunca antes establecida entre ellos. Para un hijo o hija adultos, es una puerta abierta para formularse preguntas personales. Para un hijo maduro, es tiempo de confort y de profunda comprensión de los ciclos vitales.
Cualquier instante puede ser la ocasión perfecta para compartir el cambio que uno ha decidido asumir. No hay lección más virtuosa que compartir con los hijos el “darse cuenta” y la intención, la firme intención de devenir cada día mejores personas. Definitivamente, para un hijo es extraordinario encontrarse con la sencilla y blanda humanidad de los padres que buscan su destino, cada día".
Laura Gutman
Nunca es tarde
"Un día cualquiera aparece un maestro, un libro, un amigo o un pensamiento que cambia el curso de nuestras arraigadas creencias. Dentro de ese viraje personal, lo que hemos hecho con nuestros hijos ya no nos gusta. Hoy no haríamos lo mismo. Nosotros hemos cambiado. Pero lo que no podemos cambiar es el pasado.
Pues bien, llegó el momento de reconocer que ya no nos cabe en nuestro ser interior una modalidad antigua, basada en el prejuicio o el miedo. Tal vez hemos sido demasiado exigentes con nuestros niños, creyendo que hacíamos lo correcto pero alejados de nuestros sentimientos amorosos. Quizás los hemos maltratado sutilmente. Les hemos mentido y hoy son poco confiados. Hemos menospreciado sus sentimientos. Hemos exigido obediencia y nos han respondido con rebeldía. Hemos hecho oídos sordos a sus reclamos y ahora ellos no nos escuchan a nosotros.
Han pasado los años y querríamos rebobinar la vida como una película para hacer las cosas de otro modo. Pues bien, hay algo que sí es posible hacer hoy: darnos cuenta. Luego, hablar sobre ello con nuestros hijos. Incluso si tienen dos años. O cinco. O catorce. O veintiséis. O cuarenta. O sesenta años. Poco importa. Nunca es tarde. Siempre es el momento adecuado cuando humildemente generamos un acercamiento afectivo para hablar de algún descubrimiento personal, de un anhelo, de un deseo o de nuevas intensiones. Para un niño pequeño es alentador escuchar a su madre o a su padre pedirle disculpas, comprometiéndose a ofrecer mayor cuidado y atención. Para un adolescente, es una extraordinaria oportunidad, hablar con alguno de sus padres en una intimidad respetuosa nunca antes establecida entre ellos. Para un hijo o hija adultos, es una puerta abierta para formularse preguntas personales. Para un hijo maduro, es tiempo de confort y de profunda comprensión de los ciclos vitales.
Cualquier instante puede ser la ocasión perfecta para compartir el cambio que uno ha decidido asumir. No hay lección más virtuosa que compartir con los hijos el “darse cuenta” y la intención, la firme intención de devenir cada día mejores personas. Definitivamente, para un hijo es extraordinario encontrarse con la sencilla y blanda humanidad de los padres que buscan su destino, cada día".
Laura Gutman
Imagen: pintura de Oswaldo Guayasamín
10 comentarios:
Muy bueno Carmen!
Un encanto, me encantaría tener una conversación con mis padres, de esas en las que todos podemos decir nuestra verdad.
Mis hijas saben de pequeñitas que pueden decirle a mamá lo incorrecto, nosotros aprendemos mucho de ellos.
Buen fin de semana, besitos :)
Que maravilla!! A veces los padres no saben como pueden reaccionar el hijo ya adulto ante eso y optan por no decir nada quizás por miedo a reproches. Me acuerdo de mi infancia, y de mi reconciliación con mi madre a los 29 años, durante todo ese tiempo no hubo forma de hablar claramente de cómo yo me sentía, que no le guardaba resentimiento algún, eso ella no sabia. Entonces un día cogí el teléfono y simplemente le dije que estoy muy orgullosa del esfuerzo que ha hecho en educarme, que seguro que ha hecho todo lo mejor que ha podido, que yo no estoy enfadada con ella, porque creo que eso era lo que pensaba.
Escelente artículo y smamnete importante para tenerlo en cuenta cuando se tiene la responsabilidad de educar a un hijo.
Cariños,
Rosío
PD Me encantan las pinturas de Guayasamin.
Gracias Marina! En la próxima me cuentas como estan los chicos. Que estes bien. Cariños
Graciela, la conversación con los padres de nuestra generación, cuesta más. Ahora hay mejor feedback, no es la generalidad pero sí la mayoría creo.Lindo domingo para vos. Besos
Hola María,es que no es nada fácil.Que bueno lo de la reconciliación, los desencuentros con la familia duele mucho, son heridas que cuestan sanar, hay que hacer un esfuerzo y animarse como vos.Gracias por visitarme y cariños. Carmen
Verdad que es lindo Rosio. Me gusta mucho ella, al menos su enfoque de la dinámica familiar. Guayasamín es uno de mis preferidos,tengo una reproducción, regalo de mi hermana.Un abrazo y besitos a Mika.
Sabias palabras Carmen, que invitan a la reflexión y al acercamiento con nuestros hijos e incluso con nuestros ascendientes cuando, no infrecuentemente, se nos quedan cosas en el tintero; a veces por dejadez, otras por pensar que se dan por sabidas pero, en definitiva, nunca regaladas. Hay que sentarse a recobrar la calma de nuestros cercanos con la amabilidad que ofecen unas palabras de aliento, un retroceso en el tiempo o incluso un valioso "lo siento".
Un abrazo enorme y mis felicitaciones por esta entrada magnífica, aunque ya nos tengas acostumbrados :-) Cuídate
Hola Manuel, gracias tus comentarios. Son palabras de aliento para mí, es verdad lo que dices. Es justo lo que necesito, sentarme a recuperar la calma, cuidarme. Hace tiempo todo me está costando mucho, uno no sabe lo duro de llevar una enfermedad de un familiar hasta que lo vive.La familia se deteriora, se desgasta, equivocamos las palabras. Me fuí de tema, sos una persona tan confianble que uno no puede evitar decirte algo más.Un abrazo y cuidate también.
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