La psicoterapeuta norteamericana Martha Edwards sostiene que los chicos necesitan portarse mal y además es fundamental para el crecimiento. Estoy totalmente de acuerdo. En el artículo podremos leer unos interesantes conceptos que tienen relación con como se da el vínculo entre padres e hijos, y la necesidad que tiene el niño/a no solo de ser querido sino comprendido. Cómo y cuando poner limites es una cuestion difícil para los padres y a veces posponemos este tipo de intervención por cuestiones como sobreprotección, ansiedad, motivos personales u otros y así la situación va creciendo y se escapa de las manos. Nunca es tarde para reparar una situación que beneficie a los niños/as. La necesidad es mutua. Los niños necesitan portarse mal porque están creciendo, madurando, desarrollandose, y necesitan de alguien que les guie y enseñe adecuadamente. Son niños/as y aun no saben como portarse, quieren atención, se frustran, no se comunican adecuadamente, entre otras razones. La labor de los padres es importante, trabajar la habilidad para entender al hijo/a es un gran paso para ayudarlo a solucionar sus dificultades . El artículo:
"Pocas cuestiones causan más preocupación en los padres que poner el límite justo, del modo y en el momento preciso en que los hijos lo necesitan. Así que todo aquel avezado en la materia inevitablemente genera interés, ya que viene acompañado de la promesa que tener entre manos los secretos de una buena crianza.
Algo de esto sucede con la psicoterapeuta estadounidense Martha Edwards, directora del Centro para el Niño en Desarrollo y su Familia del Ackerman Institute for the Family, una institución neoyorquina de la que la Fundación Aiglé es representante en América latina. Vicepresidenta de la Academia Norteamericana de Terapia Familiar, centra sus investigaciones en el desarrollo de las relaciones entre padres e hijos.
Martha Edwards parte de la teoría del apego, desarrollada por el psicólogo John Bowlby, quien a partir de la década del 70 planteó que los seres humanos necesitamos establecer un vínculo muy estrecho, de confianza y cercanía con un cuidador (generalmente, la madre), vínculo que va más allá de la necesidad de ser nutrido y que es imprescindible para desarrollar seguridad emocional. Ese apego es el pivote que permite crecer y salir a explorar el mundo".
"El niño requiere alguien que atienda sus necesidades y que lo comprenda -explica la psicoterapeuta-. En los primeros meses de vida, somos totalmente egocéntricos para sobrevivir. Sin embargo, el egocentrismo tiene que limitarse para dejar lugar al desarrollo de la interdependencia, y es ese proceso de aprendizaje hacia una vida cooperativa el que los padres deben acompañar."
A menudo, buena parte de las dificultades que padres e hijos enfrentan ocurren porque los padres no entienden por qué sus hijos se comportan de una u otra manera. "Hace un tiempo, nos consultó una mamá cuyo hijo, de un año, lloraba y se prendía a su falda cuando ella tenía que irse de la casa -explica Edwards-. Filmamos la escena. Cuando la mujer la vio, recién pudo darse cuenta de que su hijo tenía miedo. Aconsejamos que le hablara, que le explicara claramente que se iba, pero que volvería. No importa que no entiendan el significado de las palabras. Entienden perfectamente la intención. Sí, estamos a favor de hablarles siempre, aunque ellos no sepan hablar todavía."
Así como algunos padres pueden estar desatentos a las demandas de sus hijos, otros están demasiado pendientes.
"Son padres que les hacen los deberes o que les dicen a todo que sí -afirma Martha Edwards-. No toleran la ansiedad de los chicos; no promueven que exploren y adquieran dominio sobre las situaciones. Los padres deben tomar conciencia de los problemas que pueden crear en sus hijos, si no los ayudan a tomar conciencia de que forman parte de una familia, de una clase en la escuela, de una sociedad, todos sistemas interdependientes, donde son necesarias relaciones de cooperación."
Errores frecuentes
Que un chico se porte mal, según Edwards, es inevitable: está midiendo hasta dónde es posible llegar, explorar el límite. Pero un error frecuente consiste en esperar a que se porte mal para castigarlo.
"El límite debe marcarse claramente antes, no después -afirma-. Por ejemplo, si vamos a salir a la calle, hay que indicarle que debe caminar junto a nosotros y no esperar a que se escape para retarlo o castigarlo. De la misma forma, si vamos de compras, hay que explicarle claramente que compraremos leche y galletas, no juguetes o caramelos. Y si es «no», ese «no» deberá ser mantenido. No es fácil. Seguramente, el niño o la niña se encapricharán, insistirán. Pero sostener ese «no», hará que las cosas se resuelvan más fácilmente después."
La clave es que el límite siempre se mantenga en manos de los padres. "Si vamos de compras y les dijimos que íbamos a comprarles zapatillas, pero después advertimos que podría hacerles falta también una falda o un pantalón, no está mal cambiar los planes, pero no cediendo a una presión de parte de ellos, sino conservando la decisión en el adulto."
Entre el "sí" que todo lo admite y el "no" que imposibilita cualquier negociación, Martha Edwards propone una estrategia de resolución de problemas, basada en una herramienta no siempre tenida tan en cuenta como se debería: el diálogo. ¿Dialogar, por ejemplo, con un adolescente? "Sí -dice-. Es muy distinto comenzar una conversación diciendo: «Esto se resuelve así y nada más», que reconociendo que existe un problema e invitando a buscar una forma compartida de resolución. No «Tenemos que hablar», sino «¿Podríamos hablar?», o «¿Cómo creés que podríamos resolver este problema?»."
El vínculo con los hijos siempre admite reparaciones. "Si un padre o una madre quieren pasar del «no» o el «sí» al diálogo pueden comenzar hoy mismo -explica-. Posiblemente, los chicos estén algo confundidos al principio, pero aliviados después. También es posible trabajar el apego: el vínculo comienza compartiendo tiempo con los hijos; el hijo debe sentir que al padre o a la madre le gusta estar con él, que lo disfrutan, que no se trata de estar solamente cuando tienen un problema. Ese compartir y disfrutar es esencial. Sí, algunos adolescentes podrán decir que no les importa estar cerca de sus padres, pero seguro que lo necesitan igual. "
Apego y exploración
"Para evaluar el tipo de apego existe una prueba denominada "situación del extraño". Durante unos 20 minutos, la madre y el niño comparten una sala donde hay juegos y periódicamente se incorpora una desconocida. Mientras esta persona juega con el chico, la madre sale y los deja solos; luego la madre vuelve a entrar y se va nuevamente con la desconocida y lo deja solo y, finalmente, ambas mujeres regresan.
Las conductas frente a esta prueba dan por resultado tres tipos diferentes de apego, al que en los últimos años se agregó un cuarto. El primero, apego seguro, ocurre cuando los chicos lloran poco y se muestran exploradores del juego en presencia de la madre, pero siguen jugando cuando ésta se va. El segundo, inseguro evitativo, muestra a niños bastante independientes de la situación, como ignorando a la madre y sin buscar contacto físico cuando ésta regresa. Esto ocurre cuando la madre no ha mostrado un apoyo consecuente y hasta insensibilidad a las demandas de los chicos, que para evitar rechazos se muestran indiferentes. El tercer tipo, inseguro ambivalente, ocurre cuando los hijos muestran gran preocupación por la madre cuando se va de la sala y no exploran hasta que regresa. Suelen ser madres que han oscilado entre la sensibilidad y la frialdad. El hijo siente que debe concentrarse más en la madre que en prestar atención al entorno.
Un cuarto tipo de apego, el desorganizado, ocurre cuando el hijo no tiene estrategias posibles para mantener la relación con la madre. "El niño desorganizado, al igual que su madre, no sabe qué hacer: no hay puntos de encuentro en sus necesidades y la atención que ella le ha ofrecido. Es la clase de apego que más daño psíquico produce", explica Martha Edwards"
"Pocas cuestiones causan más preocupación en los padres que poner el límite justo, del modo y en el momento preciso en que los hijos lo necesitan. Así que todo aquel avezado en la materia inevitablemente genera interés, ya que viene acompañado de la promesa que tener entre manos los secretos de una buena crianza.
Algo de esto sucede con la psicoterapeuta estadounidense Martha Edwards, directora del Centro para el Niño en Desarrollo y su Familia del Ackerman Institute for the Family, una institución neoyorquina de la que la Fundación Aiglé es representante en América latina. Vicepresidenta de la Academia Norteamericana de Terapia Familiar, centra sus investigaciones en el desarrollo de las relaciones entre padres e hijos.
Martha Edwards parte de la teoría del apego, desarrollada por el psicólogo John Bowlby, quien a partir de la década del 70 planteó que los seres humanos necesitamos establecer un vínculo muy estrecho, de confianza y cercanía con un cuidador (generalmente, la madre), vínculo que va más allá de la necesidad de ser nutrido y que es imprescindible para desarrollar seguridad emocional. Ese apego es el pivote que permite crecer y salir a explorar el mundo".
"El niño requiere alguien que atienda sus necesidades y que lo comprenda -explica la psicoterapeuta-. En los primeros meses de vida, somos totalmente egocéntricos para sobrevivir. Sin embargo, el egocentrismo tiene que limitarse para dejar lugar al desarrollo de la interdependencia, y es ese proceso de aprendizaje hacia una vida cooperativa el que los padres deben acompañar."
A menudo, buena parte de las dificultades que padres e hijos enfrentan ocurren porque los padres no entienden por qué sus hijos se comportan de una u otra manera. "Hace un tiempo, nos consultó una mamá cuyo hijo, de un año, lloraba y se prendía a su falda cuando ella tenía que irse de la casa -explica Edwards-. Filmamos la escena. Cuando la mujer la vio, recién pudo darse cuenta de que su hijo tenía miedo. Aconsejamos que le hablara, que le explicara claramente que se iba, pero que volvería. No importa que no entiendan el significado de las palabras. Entienden perfectamente la intención. Sí, estamos a favor de hablarles siempre, aunque ellos no sepan hablar todavía."
Así como algunos padres pueden estar desatentos a las demandas de sus hijos, otros están demasiado pendientes.
"Son padres que les hacen los deberes o que les dicen a todo que sí -afirma Martha Edwards-. No toleran la ansiedad de los chicos; no promueven que exploren y adquieran dominio sobre las situaciones. Los padres deben tomar conciencia de los problemas que pueden crear en sus hijos, si no los ayudan a tomar conciencia de que forman parte de una familia, de una clase en la escuela, de una sociedad, todos sistemas interdependientes, donde son necesarias relaciones de cooperación."
Errores frecuentes
Que un chico se porte mal, según Edwards, es inevitable: está midiendo hasta dónde es posible llegar, explorar el límite. Pero un error frecuente consiste en esperar a que se porte mal para castigarlo.
"El límite debe marcarse claramente antes, no después -afirma-. Por ejemplo, si vamos a salir a la calle, hay que indicarle que debe caminar junto a nosotros y no esperar a que se escape para retarlo o castigarlo. De la misma forma, si vamos de compras, hay que explicarle claramente que compraremos leche y galletas, no juguetes o caramelos. Y si es «no», ese «no» deberá ser mantenido. No es fácil. Seguramente, el niño o la niña se encapricharán, insistirán. Pero sostener ese «no», hará que las cosas se resuelvan más fácilmente después."
La clave es que el límite siempre se mantenga en manos de los padres. "Si vamos de compras y les dijimos que íbamos a comprarles zapatillas, pero después advertimos que podría hacerles falta también una falda o un pantalón, no está mal cambiar los planes, pero no cediendo a una presión de parte de ellos, sino conservando la decisión en el adulto."
Entre el "sí" que todo lo admite y el "no" que imposibilita cualquier negociación, Martha Edwards propone una estrategia de resolución de problemas, basada en una herramienta no siempre tenida tan en cuenta como se debería: el diálogo. ¿Dialogar, por ejemplo, con un adolescente? "Sí -dice-. Es muy distinto comenzar una conversación diciendo: «Esto se resuelve así y nada más», que reconociendo que existe un problema e invitando a buscar una forma compartida de resolución. No «Tenemos que hablar», sino «¿Podríamos hablar?», o «¿Cómo creés que podríamos resolver este problema?»."
El vínculo con los hijos siempre admite reparaciones. "Si un padre o una madre quieren pasar del «no» o el «sí» al diálogo pueden comenzar hoy mismo -explica-. Posiblemente, los chicos estén algo confundidos al principio, pero aliviados después. También es posible trabajar el apego: el vínculo comienza compartiendo tiempo con los hijos; el hijo debe sentir que al padre o a la madre le gusta estar con él, que lo disfrutan, que no se trata de estar solamente cuando tienen un problema. Ese compartir y disfrutar es esencial. Sí, algunos adolescentes podrán decir que no les importa estar cerca de sus padres, pero seguro que lo necesitan igual. "
Apego y exploración
"Para evaluar el tipo de apego existe una prueba denominada "situación del extraño". Durante unos 20 minutos, la madre y el niño comparten una sala donde hay juegos y periódicamente se incorpora una desconocida. Mientras esta persona juega con el chico, la madre sale y los deja solos; luego la madre vuelve a entrar y se va nuevamente con la desconocida y lo deja solo y, finalmente, ambas mujeres regresan.
Las conductas frente a esta prueba dan por resultado tres tipos diferentes de apego, al que en los últimos años se agregó un cuarto. El primero, apego seguro, ocurre cuando los chicos lloran poco y se muestran exploradores del juego en presencia de la madre, pero siguen jugando cuando ésta se va. El segundo, inseguro evitativo, muestra a niños bastante independientes de la situación, como ignorando a la madre y sin buscar contacto físico cuando ésta regresa. Esto ocurre cuando la madre no ha mostrado un apoyo consecuente y hasta insensibilidad a las demandas de los chicos, que para evitar rechazos se muestran indiferentes. El tercer tipo, inseguro ambivalente, ocurre cuando los hijos muestran gran preocupación por la madre cuando se va de la sala y no exploran hasta que regresa. Suelen ser madres que han oscilado entre la sensibilidad y la frialdad. El hijo siente que debe concentrarse más en la madre que en prestar atención al entorno.
Un cuarto tipo de apego, el desorganizado, ocurre cuando el hijo no tiene estrategias posibles para mantener la relación con la madre. "El niño desorganizado, al igual que su madre, no sabe qué hacer: no hay puntos de encuentro en sus necesidades y la atención que ella le ha ofrecido. Es la clase de apego que más daño psíquico produce", explica Martha Edwards"
Fuente e imagen: LA NACION
Artículo de Gabriela Navarra
6 comentarios:
Sabes Carmen, en un programa de Francia, he visto hacer la experiencia, lástima que ya no lo pasan más o ha terminado: eso de dejar al niño/a solo en la habitación e ingresar otro adulto desconocido para él.
El problema radica, en que el NO ha desaparecido en algunos padres de niños pequeños. Entonces se comportan como verdaderos 'diablitos' jejeje
Los adolescentes, esa es una carrera hacia lo desconocido :)
Besitos!
Graciela, a veces es increíble lo mal que se portan los niños con los padres. Y como decís la falta de límites hace que este tipo de conductas persista. Si los niños se portaran mal y "los padres bien" para correguirlos y enseñarles, todo sería más fácil, yo tendría menos trabajo, jaja. Los adolescentes? Por ese entonces ya tiran la toalla algunos papis.Cariños
Carmen,qué bueno este articulo...pienso como Graciela (hola,Graciela,guapa¡),a muchos padres les ha desaparecido el no del vocabulario,son incapaces de negarles algo a sus hijos y creen que así les hacen un favor y todo...muchos padres pecan de ser demasiado blandos y de no saber imponerse y poner limites a los niños...los limites,estudiados y bien claros,enseñan educación y valores.
Un besote,Carmen...y otro para ti,Graciela.
Hola Cristina, tienes toda la razón. Cuesta poner límites. Cuesta por varios motivos, todo ha cambiado mucho y ahora se delega mucho la educación de los niños en otros. Sean cuales fueren los motivos los niños perciben la situación y se aprovechan.No en todos los casos, pero en la actualidad pareciera que son los niños los que ponen las pautas y no el adulto.Los límites justos y con criterio enseñan. Un abrazo
Carmen, EXCELENTE EL ARTICULO!!!
Muchos padres de esta nueva generacion deberian leerlo, me encanta eso que decis de poner limites justos y con criterio enseña! Muy bueno
Un beso
silvita
Gracias Silvita, me alegro que te haya gustado, un gusto. Saludos
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