En el siguiente artículo del diario La Nacion llamado: "Viaje al límite del silencio", Alejandra mamá de Luca y Matías relata parte de su historia. Rescato parte del mismo, su testimonio y al final en la fuente pongo el lenlace que lleva a la página donde podrán ver el video que me parecío muy bueno. En la foto de arriba Alejandra, Luca y Matías están trabajando con guías visuales de comunicación.
"Mami, voy a ser cruda: los chicos tienen una tara mental. Y el retroceso mental es tal que es posible que terminen como vegetales. Eso me dijo la doctora -cuenta aún hoy con cierta indignación Alejandra, la "mami" de los gemelos Luca y Matías Santucho, de 6 años-. De aquella consulta salí destruida; no sabía qué hacer." No era la primera vez que Alejandra buscaba ayuda. Sus hijos habían cambiado. Todas las habilidades que tenían las habían perdido de la noche a la mañana. "Veía como se desintegraban como personas y no había nada que hacer, nadie me decía nada." Sordomudos: ése fue el primer diagnóstico, y la recomendación de comprar audífonos importados no se hizo esperar. "No lo entendía, porque cuando sonaba el timbre en casa, ellos se daban vuelta. Lo que no hacían era acatar órdenes. No eran sordos." Desorientados, pero sin bajar los brazos, los Santucho buscaron respuestas. La tarea no era fácil. "En el jardín me llegaron a decir que la culpa era mía, que no sabía cómo estimularlos, que no sabía cómo ponerles límites. Sutilmente, me pidieron que no los llevara más y que me hiciera cargo de mi falla como mamá." Mil veces revisó su historia. "Mis otros nenes no tienen ni tuvieron ningún problema (Juliana, de 12 años; Mariano, de 11, y Antonella, de 8); los gemelos nacieron bien, casi de siete meses, con 2,5 kilos cada uno. No sé en qué momento cambió todo. Fue como una nube negra que los tapó. Ellos se movían con la canción del Feliz cumpleaños, se tapaban la carita cuando jugaban a esconderse. Pero hubo un momento en que lo perdieron todo. Hasta la mirada. Tenían una mirada muy vivaracha, pero poco a poco se transformó en un mirar triste. Cuando les hablaba, ya no estaba ese contacto visual que una tiene con sus hijos. Me eché la culpa; tantas veces me dije: «Cómo fue que no me di cuenta, por qué no me di cuenta»." Fue en el Hospital de Pediatría Prof. Dr. J. P. Garrahan donde dieron con el diagnóstico correcto. "Todos los días, durante dos meses, fuimos con los chicos para que les hicieran distintos estudios y los vieran diferentes médicos. El diagnóstico fue TGD (trastornos generalizados del desarrollo) con características de trastornos del espectro autista (TEA). El de Luca decía autista severo; el de Matías, autista leve."
Para la ciencia, el cuadro del autismo sigue siendo uno de los principales enigmas desde que fue enunciado, en 1943, por el psiquiatra clínico austríaco Leo Kanner. "Es una asignatura pendiente -explica el licenciado en psicología Claudio Hunter Watts, coordinador terapéutico del Instituto San Martín de Porres-. Aún hoy la ciencia no ha arribado a conclusión alguna. Deduciendo su origen genético, el autismo es una desorganización neurológica que provoca malformaciones cerebrales y alteraciones neurológicas complejas y aún inentendibles." Su desarrollo se perfila en los primeros años de vida. "Suelen ser diagnosticados entre los 18 y los 36 meses, ya que comienzan a diferenciarse del resto de los chicos -explica Hunter Watts-, aunque posiblemente su aparición comienza desde el momento del nacimiento. La intervención temprana es vital."
"Al año empecé a ver cosas diferentes a las de mis otros hijos. La manera de jugar era distinta: en vez de arrastrar el camioncito se la pasaban todo el día girando la rueda. Me acuerdo que una vez le compré a Matías unos autitos de colección, esos chiquitos, y él lo que hacía era ponerlos uno al lado del otro, por color. No jugaba, los ordenaba." La comunicación madre-hijos fue perdiéndose y la violencia entre los gemelos cada vez era más brutal. "Se mataban; parecía que se odiaban. Los hermanos se pelean, es normal, pero verlos a ellos era terrible. En el jardín empezaron a tener problemas con los compañeritos, pero después comenzaron a aislarse. Era imposible ponerles un límite." Cuando el diagnóstico de trastornos del espectro autista entra en una familia, es visto como una tragedia que cambiará sus vidas para siempre. "Los padres se sienten desamparados -asegura el investigador David Amoral, del Research Autism UC Davis M.I.N.D. Institute, en el documental Los mitos del autismo, que emitió el canal Discovery Home & Health-, porque las comunidades científica y clínica no tienen nada para ofrecerles. Lo cual significa una vida de lucha." La primera imagen que los padres suelen hacerse es la del niño aislado, aleteando, golpeándose la cabeza, o la de la genialidad de personajes como el de Dustin Hoffman en Rain Man. No todos los autistas sufren retraso mental. Los hay brillantes, con habilidades para las matemáticas, talento para la música o una memoria inaudita, pero la característica que todos tienen en común es la falta de reciprocidad en las relaciones sociales. Los especialistas insisten en ponderar la complejidad y originalidad de cada sujeto: no hay autismo o autistas que encajen en forma inequívoca, "sino personas con autismo -como resalta Daniel Valdez en su libro Ayudas para aprender-, mostrando gran heterogeneidad, muy distintas unas de otras, tan peculiares y tan personales como cada ser humano lo es". En términos médicos es considerado un síndrome, un espectro. "Es como un conjunto de enfermedades diferentes -explica el doctor Daniel Geschwind, director del Programa de Neurogenética del Centro para la Investigación y el Tratamiento del Autismo de la Universidad de California, UCLA-. Quizás habría que referirse a «los autismos». No existen dos personas con autismo que sean iguales." El síndrome se caracteriza por anormalidades en la interacción social. "Por lo general, presentan berrinches intensos y frecuentes, ya que al no comprender el lenguaje no pueden pedir lo que necesitan y sus intereses los demuestran a través de conductas repetitivas o estereotipada -agrega el licenciado Claudio Hunter Watts-. Pueden ser hiperactivos y pasar despiertos noches enteras o ser extremadamente pasivos. A diferencia de otros trastornos, los chicos con autismo no suelen tener señales físicas, como sí las tiene un nene con síndrome de Down, lo que significa para un papá una doble pesadilla: la de tener un chico discapacitado que no lo parece." En consonancia, Alejandra reconoce: "A diario vivo la discriminación. Tengo vecinos que tratan a mis hijos como locos; me dicen por qué no los ato o los encierro". Para sobrellevar el día a día es necesario trabajar con ciertos rituales. "Por lo general, los niños con autismo suelen poner mucha resistencia a cualquier tipo de cambio", explica Hunter Watts. "Para llevarlos a la escuela tengo que hacer el mismo recorrido -confirma Alejandra-. Si llego a caminar por la vereda de enfrente se quedan quietos, no caminan." Por su parte, Diego Tarkowski, director ejecutivo de San Martín de Porres, sede Tucumán, comenta: "Para estos chicos no hay grises; todo es blanco o negro. Necesitan reglas claras; por eso es tan importante limitar conductas". En casa de los Santucho hay un cartelito que de un lado dice «Ahora» y del otro «Después», una guía de secuencias de actividad que les permite organizarse. Allí colocan los pictogramas que funcionan como comunicadores visuales. "Luca necesita esta guía mucho más -aclara Alejandra-. Matías no está tan pendiente; al contrario, tiene la picardía de cambiarle los carteles a su hermano."
Para la ciencia, el cuadro del autismo sigue siendo uno de los principales enigmas desde que fue enunciado, en 1943, por el psiquiatra clínico austríaco Leo Kanner. "Es una asignatura pendiente -explica el licenciado en psicología Claudio Hunter Watts, coordinador terapéutico del Instituto San Martín de Porres-. Aún hoy la ciencia no ha arribado a conclusión alguna. Deduciendo su origen genético, el autismo es una desorganización neurológica que provoca malformaciones cerebrales y alteraciones neurológicas complejas y aún inentendibles." Su desarrollo se perfila en los primeros años de vida. "Suelen ser diagnosticados entre los 18 y los 36 meses, ya que comienzan a diferenciarse del resto de los chicos -explica Hunter Watts-, aunque posiblemente su aparición comienza desde el momento del nacimiento. La intervención temprana es vital."
"Al año empecé a ver cosas diferentes a las de mis otros hijos. La manera de jugar era distinta: en vez de arrastrar el camioncito se la pasaban todo el día girando la rueda. Me acuerdo que una vez le compré a Matías unos autitos de colección, esos chiquitos, y él lo que hacía era ponerlos uno al lado del otro, por color. No jugaba, los ordenaba." La comunicación madre-hijos fue perdiéndose y la violencia entre los gemelos cada vez era más brutal. "Se mataban; parecía que se odiaban. Los hermanos se pelean, es normal, pero verlos a ellos era terrible. En el jardín empezaron a tener problemas con los compañeritos, pero después comenzaron a aislarse. Era imposible ponerles un límite." Cuando el diagnóstico de trastornos del espectro autista entra en una familia, es visto como una tragedia que cambiará sus vidas para siempre. "Los padres se sienten desamparados -asegura el investigador David Amoral, del Research Autism UC Davis M.I.N.D. Institute, en el documental Los mitos del autismo, que emitió el canal Discovery Home & Health-, porque las comunidades científica y clínica no tienen nada para ofrecerles. Lo cual significa una vida de lucha." La primera imagen que los padres suelen hacerse es la del niño aislado, aleteando, golpeándose la cabeza, o la de la genialidad de personajes como el de Dustin Hoffman en Rain Man. No todos los autistas sufren retraso mental. Los hay brillantes, con habilidades para las matemáticas, talento para la música o una memoria inaudita, pero la característica que todos tienen en común es la falta de reciprocidad en las relaciones sociales. Los especialistas insisten en ponderar la complejidad y originalidad de cada sujeto: no hay autismo o autistas que encajen en forma inequívoca, "sino personas con autismo -como resalta Daniel Valdez en su libro Ayudas para aprender-, mostrando gran heterogeneidad, muy distintas unas de otras, tan peculiares y tan personales como cada ser humano lo es". En términos médicos es considerado un síndrome, un espectro. "Es como un conjunto de enfermedades diferentes -explica el doctor Daniel Geschwind, director del Programa de Neurogenética del Centro para la Investigación y el Tratamiento del Autismo de la Universidad de California, UCLA-. Quizás habría que referirse a «los autismos». No existen dos personas con autismo que sean iguales." El síndrome se caracteriza por anormalidades en la interacción social. "Por lo general, presentan berrinches intensos y frecuentes, ya que al no comprender el lenguaje no pueden pedir lo que necesitan y sus intereses los demuestran a través de conductas repetitivas o estereotipada -agrega el licenciado Claudio Hunter Watts-. Pueden ser hiperactivos y pasar despiertos noches enteras o ser extremadamente pasivos. A diferencia de otros trastornos, los chicos con autismo no suelen tener señales físicas, como sí las tiene un nene con síndrome de Down, lo que significa para un papá una doble pesadilla: la de tener un chico discapacitado que no lo parece." En consonancia, Alejandra reconoce: "A diario vivo la discriminación. Tengo vecinos que tratan a mis hijos como locos; me dicen por qué no los ato o los encierro". Para sobrellevar el día a día es necesario trabajar con ciertos rituales. "Por lo general, los niños con autismo suelen poner mucha resistencia a cualquier tipo de cambio", explica Hunter Watts. "Para llevarlos a la escuela tengo que hacer el mismo recorrido -confirma Alejandra-. Si llego a caminar por la vereda de enfrente se quedan quietos, no caminan." Por su parte, Diego Tarkowski, director ejecutivo de San Martín de Porres, sede Tucumán, comenta: "Para estos chicos no hay grises; todo es blanco o negro. Necesitan reglas claras; por eso es tan importante limitar conductas". En casa de los Santucho hay un cartelito que de un lado dice «Ahora» y del otro «Después», una guía de secuencias de actividad que les permite organizarse. Allí colocan los pictogramas que funcionan como comunicadores visuales. "Luca necesita esta guía mucho más -aclara Alejandra-. Matías no está tan pendiente; al contrario, tiene la picardía de cambiarle los carteles a su hermano."
Imágen: Foto de Graciela Calabrese
11 comentarios:
Este artículo...historia de vida, es para leer y releer, Carmen.
Besos!
Hola Carmen, me hace acordar de mi historia, nadie me decía lo que tenia mi hijo, recorrí muchisimo y lo sigo haciendo. Recuerdo tambien cuando el pediatra me dijo que me vaya acostumbrando por que tienen un techo y me desesperé.Gracias a Dios no me conformé con eso y seguí buscando. Saludos
Hola Graciela, así es y el video me gusto, es muy positivo.Cariños, Carmen
Como le va Sra.todas las historias tienen algo en común. Por suerte no se conformó con lo que le dijo el pediatra. Hace tiempo no oía esa expresión, era muy común alla por los años 80 en pediatras no actualizados.Suerte, Carmen
Paso a dejar un abrazo. Estaré por aqui un rato, hace mucho que no os venía a visitar y tenéis entradas estupendas. :D
Hola Maite, gracias por la visita. A veces nos falta tiempo pero estoy al tanto de tu bombardeo de entradas siempre tan útiles. Cariños, Carmen
Realmente me llena de indignación que esta persona se coloque entre madres que realmente sufren la tarea de sacar adelante niños con autismo. Este ser (que no puede llamarse humano) provocó el autismo de los gemelos con el maltrato de los chicos desde que nacieron, los golpeaba, no los bañaba, no les cambiaba los pañales, nunca les hablaba, los médicos sólo le decía que les hablara y jugara con ellos, y su excusa siempre fue que no tenía tiempo porque tenía otros tres hijos y el marido casi siempre estaba preso. Cuando se dió cuenta que podía lucrar y victimizarse con esta situación, comenzó a llevarlos a institutos especiales, y ahora se pone a la par de madres que han cuidado a sus hijos desde que los tenía en la panza. No es su caso.
Angela, me dejas helada con tu comentario. Uno va buscando artículos o historias de vida con el afán de informar y a la vez contribuir, aportar y conciencizar en relación al tema. Pero puede existir la otra cara de la moneda, una información que no manejo y que de ser verdad no la publicaría.
señora angela si es que se la puede llamar señora mas bien es un ser lleno de odio y recentimiento que dios la ayude.
para su informacion los niños con autismo no se lo provocan los padres por no hablarles no de una falsa informacion no sea tan ignorante.
quien se cree que es esa mujer.para hablar tan libremente de los demas que se fije ella que su vida deja mucho que desear o que hizo ella con su hijo.
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